miércoles, 19 de octubre de 2011

La Cumbrecita, un oasis alpino en Argentina

Durante este invierno que pasó tuve la oportunidad de conocer uno de los lugares más cálidos y amistosos de la provincia de Córdoba, La Cumbrecita. Ubicado en el Valle de Calamuchita, a 2 hs de viaje desde la ciudad de Córdoba, este pequeño poblado alpino albergado por un bosque al más puro estilo suizo abre sus puertas a visitantes de todo el país y el mundo.

La verdad es que este es mi primer post que se refiere a un destino de mi provincia, a la que por mucho años deje en segundo plano a la hora de conocer sus imponentes paisajes y las experiencias que ofrece para todos aquellos curiosos que buscan una escapada diferente y que sólo dispongan de un par de días.

Salir de la oficina un viernes por la tarde sabiendo que te espera un viaje largo por un camino sinuoso es a veces poco alentador, sin embargo todo cuando ya empezas a admirar la belleza de toda la zona. Empezando por el lago de Los Molinos, recorriendo la costa de Potrero de Garay y apreciando la inmensidad de ese enorme espejo de agua que aún no ha sido invadido de manera feroz por la mano del hombre. Seguimos por la ruta y al aproximarnos a Villa Berna ya empezábamos a respirar esa sensación de paz y tranquilidad que sólo el bosque puede brindar. El aroma a pino y madera, una pequeña calle de empedrado y un letrero tallado en madera nos daban la bienvenida a un lugar que prometía convertirse en un destino para no olvidar.

Nos alojamos en Balcones de La Cumbrecita, una serie de suites ubicadas en lo más alto de La Cumbrecita que permitían disfrutar de una vista panorámica desde la habitación, con máxima privacidad y todas las comodidades de un hotel de primer nivel. Allí, Leila y Carlos, los anfitriones de lugar reciben a los huéspedes de manera muy cálida para que todos se sientan como en casa durante su estadía. Al llegar te explican como es el funcionamiento de todo el lugar, una comuna muy consciente por el cuidado del ambiente que no permite a los visitantes circular en vehículos por sus pequeñas calles y paseos. Sin embargo, su pequeño tamaño y la energía del lugar invitan a todos recorrer a pie sus rincones, conocer sus bares y restaurantes y admirar la naturaleza de lugar.

Puedo recomendarles el restaurant La Rocka, que cuenta con deliciosos platos especiales, como variedades de trucha, pastas y carnes de ciervo acompañadas de la mejor cerveza artesanal de la zona. Además, los comensales pueden disfrutar de un show musical en vivo para animar un poco la tranquila noche serrana.


Una aventura en dos días

Día Uno: Tras una excelente noche de descanso que permitía desconectarse de la vida cotidiana, comenzaba un día a pleno sol con excelentes temperaturas para la época del año. Decidimos hacer el recorrido clásico de La Cumbrecita (Ver mapa aquí), atravesando el puente que cruza el río y caminando por sus estrechas calles rodeadas de bares y hoteles construidas en madera al más puro estilo austríaco. Seguimos camino por el sendero izquierdo de la primera bifurcación, pasando por la Plaza de Ajedrez, La Fuente hasta llegar a la pequeña Capilla Ecumélica, clásica postal del lugar. A continuación seguimos camino por el bosque hasta salirnos del sendero delimitado para caminar entre piedras, árboles y desniéveles y arriba a la Cascada Grande. Una pequeño paraíso, rodeado de montañas rocosas, pinos y arboles repletos de flores. La cascada cuenta con una pequeña olla de agua que la convierte en una tentación para un chapuzón, particularmente tras caminar unos 20 minutos por un camino muy sinuoso. Sin embargo, teniendo en cuenta la temperatura de la época de año, creo que quedará para otra oportunidad aunque no dejó de ser un lugar ideal para sentarse a admirar la belleza natural y disfrutar de unos buenos mates.

De regreso hacia el pueblo, una vez entrada la tarde nos detuvimos a degustar una picada con los mejores quesos y fiambres acompañada de una buena cerveza admirando el río que atraviesa el pequeño pueblo. Cabe destacar que antes de llegar consideraba que todos los servicios iban a tener un precio muy elevado, debido al nivel del lugar y su fama de exclusivo. Para mi sorpresa fue todo lo contrario, ya que los precios podían ser un poco más elevados pero uno podía disfrutar de abundantes platos y de excelente calidad.

Tras disfrutar de una día de mucho sol y buen clima estábamos listos para volver descansar y disfrutar de la tranquilidad desde la habitación, para enfrentar los que sería un día de mucha aventura.

Día Dos: Nos levantamos temprano para dirigirnos a una de las atracciones más populares de las sierras cordobesas, Peñón del Águila. El complejo de turismo aventura cuenta con numerosas atracciones entre las que se destacan el senderismo, en donde los visitantes pueden recorrer un camino que atraviesa ríos cascadas, riscos y bosque; palestra, en una pared artificial que permite experimentar la sensación de escalar en distintos niveles de dificultad; rappel, un descenso con sogas por el medio de una cascada y tal vez la más entretenida de todas las actividades, la tirolesa que cuenta con el mítico “vuelo del águila”: un recorrido de 500 mts por sobre el cauce del río. Con precios accesibles que permiten compran paquetes a medidas es recomendable que todo aquel que se acerque al complejo lleve a cabo al menos una de estas aventuras.

Para aquellos que prefieren disfrutar del paisaje y la tranquilidad del lugar, pueden observar a los demás aventureros desde las diferentes pasarelas de madera o simplemente tomar algo en el bar de lugar con una panorámica asombrosa. También existe la posibilidad de hospedarse en el lugar, las tarifas están disponibles en el sitio web de Peñón del Águila.

Tras un fin de semana de intensas actividades pero también de inmejorables momentos de relax, emprendimos la vuelta hacia la ciudad capital felices de habernos refugiados en el oasis de las sierras de Córdoba, La Cumbrecita.