domingo, 14 de octubre de 2012

Cuba, la revolución que no termina (Parte 2)

Santiago de Cuba y Santa Clara
Habíamos superado la primera etapa del viaje y estábamos listos para dirigirnos a la ciudad más importante del sur de la isla, Santiago de Cuba. Sin embargo, hicimos una breve parada en las hermosas playas de Gaurdalavaca, Holguín. Allí, nos alojamos una noche para disfrutar del último hotel sobre el mar con todas las comodidades. Como les anuncie en la primera parte de este post fue una sorpresa ver la cantidad de cubanos que se alojaban en el hotel con sus familias y es que todos ellos son ciudadanos oficialistas a quienes el estado premia por su lealtad con este tipo de beneficios. Cabe destacar un episodio vivido en Guardalavaca, donde un hombre de unos 50 años se acercó a contarnos la situación en que él  y su familia vivían en Cuba. De profesión médico, nos aseguró que era muy difícil vivir en el país, que su salario era muy bajo y que no existía libertad. A los pocos minutos no señaló a una persona de uniforme, que desde un risco observaba atentamente la charla y el mismo nos aseguró: “Ahora cuando me retire, ese oficial me va a interrogar porque estaba conversando con ustedes, de dónde los conozco y me pedirá mis papeles”. Fueron estos episodios los que me permitieron comprender cómo se vivía en Cuba, fuera del turismo.

Dimos por concluida nuestra estadía en playas cubanas para adentrarnos en la vida urbana e histórica de las grandes ciudades que marcaron la historia del lugar. Nuestra primera parada fue Santiago de Cuba, conocida como la ciudad gloriosa y revolucionaria en todo el país donde se gestó el movimiento 26 de julio liderado por Fidel Castro, que junto a Ernesto Guevara y Camilo Cienfuegos arribarían desde México para cambiar la historia de Cuba y marcar un punto de inflexión en el contexto político global.

Santiago fue para mí la ciudad más linda de Cuba, es el lugar donde pude conocer la cultura nacional en su versión más pura lejos de los vicios del turismo internacional, o al menos no tan contaminada por los mismos. Es impactante ver sus avenidas con grandes fuentes aguas y mansiones de principios de siglo, totalmente descuidadas y habitadas por muchas familias. Estos indicios dan cuenta de que antes de la revolución este era el principal destino para los norteamericanos adinerados o como lo llamara Castro en su momento “el prostíbulo de los yankees”.

Las calles de Santiago emanan historia, uno puede admirar el sentimiento y el orgullo de ser cubanos por parte de sus habitantes. Las pequeñas banderitas con los colores negros y rojos (del movimiento 26 de julio) en las puertas de los hogares dan cuenta de que Santiago, es uno de los lugares en donde más se siente como propia la revolución cubana. Es que la ciudad se encuentra muy cerca de la Sierra Maestra, desde donde el comando revolucionario gestó todo el proceso de cambio que de a poco avanzaría por todo el país. 

Uno de los lugares emblemáticos de la ciudad es el Cuartel Moncada, ícono del la tortura y las atrocidades del gobierno de Fulgencio Batista a quien Castro derrocaría años más tarde. Este edificio militar tuvo dos hechos que involucraron al líder cubano, el primero de ellos fue un asalto en el año 1953 que sería el inicio del proceso que culminaría con la revolución cubana de 1959. Tras el primer intento fallido, Fidel Castro se entregaría y terminaría en el exilio en México, donde conocería al médico argentino Ernesto “Che” Guevara que todavía hoy es el máximo icono de juventud revolucionaria a nivel mundial. Todos pueden visitar el Cuartel Moncada por algunos CUC´s y conocer documentos, fotografías y hasta uniformes que aún conservan manchas de sangre de  los enfrentamientos armados de la época, así como también observar que las paredes aún conservan las marcas de municiones en sus paredes para conmemorar el ataque del movimiento del 26.

Volviendo a la ciudad, por la calles de Santiago se respira Cuba. Música de salsa en todas las esquinas, mojitos y cubas libres que acompañan las alegres charlas de sus habitantes y un calor agobiante que no parece molestar a quienes ya viven acostumbrados al clima tropical. Caminar por la plaza de armas ubicada en el Parque Céspedes, visitar la casa más antigua de América al otro lado de la calle, caminar por la calle Heredia para detenerse a tomar algo fresco para combatir el calor, son sensaciones imperdibles.

En los alrededores de la ciudad existen otros atractivos a pocos minutos en auto. Uno de los más importantes es la Fortaleza del Morro, un castillo construido en lo alto de una montaña sobre el mar con el objetivo de proteger la colonia española de los ataques de distintos corsarios que recorrían los mares en buscas de riquezas. Casi todos los museos o atracciones históricas cobran para ingresar, pero además de esto no debe sorprenderles que los guías del lugar (uniformados e identificados) les pidan una colaboración extra tras brindarles una explicación personalizada.

Ya de vuelta en el hotel, nos quedaba disfrutar de nuestra última noche en Santiago donde tras una cena y algunas cervezas, observamos que grandes masas de personas se dirigían calle abajo a una especie de festejo local. Así fue que nos acercamos a la Plaza de la Juventud donde miles de jóvenes disfrutaban de buena música Salsa en vivo, es admirable como todos se comportan con alegría y no se observan disturbios ni peleas de ningún tipo. Y cuando los locales te identifican como extranjero la mayoría te observa o se acerca amistosamente a conversar con uno y preguntarte de venís, como es tu país, como son las mujeres, etc.

Al día siguiente partíamos de vuelta rumbo al norte, no esperaban más de 1000 km en la ruta ya que debíamos llegar a La Habana por la noche, pero antes pasar por la ciudad donde descansas los restos del “Che”, Santa Clara. Tras un largo recorrido en auto, sin aire acondicionado (ya que dejó de funcionar en el medio del viaje), nos adentramos en la famosa ciudad. Imágenes del mítico guerrillero inundan las paredes con mensajes de inspiración, lucha y orgullo nacional. Es que Guevara se transformó en un mártir para Cuba, cuando fue asesinado en la selva boliviana al intentar llevar la revolución más allá de las fronteras tropicales. Para Castro es el ejemplo del Che, el que todos debemos seguir y principalmente los jóvenes.

En primer lugar nos acercamos  al museo del tren blindado, aquel cuyo descarrilamiento y derrota por parte la 8ª Columna "Ciro Redondo" del Ejército Rebelde al mando del Che Guevara significó la derrota de Batista y el triunfo en Santa Clara que terminaba de consolidar la revolución del 59´. Tras pasar por el blindado nos dirigimos al lugar más emblemático de Santa Clara, el mausoleo donde descansan los restos del héroe argentino. Una imponente plaza con un enorme monumento, que acompaña la parte trasera del billete de 3 CUC. Pero aquí viene el consejo Giramundo para que ustedes no cometan el mismo error, es que pasamos por Santa Clara un día lunes donde, teniendo en cuenta la gran afluencia de turistas los fines de semana, todo estaba cerrado. Tanto el museo del blindado como el mausoleo, una verdadera decepción pero debimos conformarnos con haber estado allí.

Destino final, La Habana
Seguimos viaje hacia La Habana ya que teníamos reservada la única noche de hotel, de las 4 que nos quedaban y por aquel entonces no contábamos con un GPS. Les comento que el ingreso en automóvil a La Habana es bastante complicado, las calles no están nominadas de manera clara y los sentidos se entrecruzan desorientando a cualquier conductor. Por suerte, tras un agotador camino, llegamos al hotel en el barrio de Vedado. Lamentablemente no era el de la primera noche en Cuba y el mismo dejaba mucho que desear, desde su personal ofreciendo prostitutas en la recepción hasta la limpieza de la habitación. Decidimos salir a comer, agotados comenzamos a caminar pero no nos percatamos que eran las 22 hs. y en La Habana ya no hay restaurantes a esa hora, por lo que terminamos comiendo un sándwich totalmente sobre tasado. Podemos  decir que no fue una noche muy positiva, además pudimos observar una desagradable escena donde militares detuvieron a un grupo de jóvenes por no tener papeles y los llevaron detenidos en un camión sin que estos hubieran hecho nada malo.

Ya descansados decidimos no renovar la estadía en el hotel y nos dirigimos a La Habana Vieja (Ver mapa), a un pequeño pero agradable hotel  que sería nuestro hogar durante las últimas cuatro jornadas de esta aventura. En su hall tenía una enorme gigantografía de Fidel Castro conversando con Juan Manuel Fangio, quien fuera secuestrado por la revolución en vísperas de un gran premio organizado por Batista. Años más tarde el automovilista reconoció que simpatizaba con Castro y que fue muy bien tratado por los revolucionarios.

La Habana, la capital Cubana es una ciudad mágica que pareciera detenida en el tiempo. Con aquellos enormes autos americanos de la de cada del 50´, viviendas coloniales totalmente descuidadas pero sin dejar de ser pintorescas, hombres y mujeres que mantienen interminables charlas en las plazas de la ciudad. Existen muchas cosas que no se pueden dejar de hacer en la ciudad como tomar un mojito en la mundialmente conocida Bodeguita del Medio donde el escritor Ernest Hemingway pasaba sus tardes cuando no estaba en El Floridita tomando una Daiquirí de limón. Caminar por las calles de La Habana Vieja emociona a cualquier visitante que puede apreciar el armado de puros de manera artesanal, degustar excelente mariscos o adquirir artesanías de diferente tipo para llevarse de recuerdo de estas tierras. Un lugar donde la música y la historia se entremezclan de manera permanente, y la alegría es contagiosa entre los que transitan sus estrechas calles.



Otras atracciones son un paseo durante el atardecer por el Malecón Habanero para observar a los pescadores en balsas improvisadas mientras tomas una cerveza Bucanero; una caminata por el incomparable cementerio de La Habana que es casi una pequeña ciudad por su tamaño y arquitectura; un recorrido por la Plaza de la Revolución y el Hotel Nacional de Cuba; pasar por la Estación Central de Trenes de La Habana y muchas otras que son los recorridos obligados para cualquier visitante extranjero.

Existen además museos con piezas únicas, sobre todo las vinculadas a la revolución cubana y a la época colonial. Es una gran oportunidad poder acercarse al Museo de la Revolución y muy cerca de allí se encuentra la embarcación “Granma” junto a otros artículos bélicos utilizados por las tropas Castristas en la bahía de cochinos durante la defensa a un intento de golpe de estado orquestado por Norteamérica. Otra de los eventos que ningún visitante debe perderse es el cañonazo diario de las 21h en ll Fortaleza de San Carlos de la Cabaña frente al Malecón, que un grupo de actores lo hacen emulando una antigua tradición realizada en la época de la colonia.

Un consejo útil para La Habana es hacer todo con tiempo y no a las apuradas, con esto quiero decir que los cubanos se toman su tiempo ya sea para atenderte cuando vas a comer o como para darte una indicación, por lo tanto tratar de relajarse ya que en los lugares más concurridos se arman colas para ingresar. Un lugar muy bueno para comer es en la Casa de Zaragoza, frente al Capitolio Nacional, pero les recomiendo ir alrededor de las 19 30 hs. para evitar largas esperas.

Desde mi punto de vista, más allá de los famosos lugares lo más entretenido para un Giramundo es simplemente vivir la vida en otro lugar, conversar con su gente y disfrutar de los pequeños momentos de la vida Cubana. Un desayuno admirando la ciudad, una buena canción tocada con el ritmo del Caribe y que si cerráramos los ojos pareciera el Buena Vista Social Club. Cuba es muy interesante porque es una realidad paralela, muy diferente a la que la mayoría de los habitantes del planeta estamos acostumbrados a vivir. Tal vez no sea ni mejor ni peor, ya que puedo decirles que tiene cosas muy positivas y creo que ni siquiera en Nueva Zelanda me sentí tan seguro como en Cuba pero también pude percibir una opresión terrible sobre un pueblo basando la autoridad del estado en el miedo.

Pero así es Cuba, la Cuba de Castro. Un paraíso comunista, con buen clima, con gente alegre, con playas hermosas y una cultura que todo Latinoamérica debería envidiar. Les recomiendo a todos que si tienen la oportunidad antes de que todo esto cambie, antes de que se convierta en un resort turístico más vacío de ideas y de sentimientos.

Me despido con una pequeña reflexión y es que nadie está en condiciones de juzgar como vive su vida otra nación, pero si a partir de visitarla tiene derecho a sacar sus propios conclusiones y manifestarlas libremente. Espero hayan disfrutado de esta historia, de este viaje que siempre fue una aspiración y que por suerte pude cumplir. Sólo hay que seguir soñando, seguir viajando.  Yo no ando devagar, O minho destino é viajar, Yo no soy de ningun lugar, O giramundo giramundo...

¡Mirá la primera parte del viaje haciendo click aquí!

lunes, 8 de octubre de 2012

Cuba, la revolución que no termina (Parte 1)

En todos mis años como Giramundo siempre había soñado con la posibilidad de conocer la isla de Cuba, ese mítico paraíso comunista del Caribe al que uno idealiza en su mente como el lugar perfecto donde todo es más justo y la alegría es lo que predomina, junto con el ron y el humo de tabaco.

Es muy complicado no meterse en la faz política durante este artículo, ya que la isla que gobierna política e ideológicamente hace más de 50 años Fidel Castro Ruz te lleva siempre a poner este aspecto en la balanza. Sólo voy a decirles que tras esos fantásticos 22 días recorriendo toda la isla en automóvil, de norte a sur y de este a oeste, me volví con una fuerte desilusión de cómo tienen que padecer los cubanos a un régimen que no se ha ocupado de renovarse en más de medio siglo. Fui con una romántica idea sobre comunismo y volví casi igualándolo a los horrores del capitalismo en los lugares más pobres de América Latina.

El inicio de un sueño
A mediados del 2007 en una bar y con cerveza de por medio con mi viejo (padre), conversábamos sobre cosas de la vida y entre ellas surgió el tema de los viajes. Cómo coincidimos en nuestra fecha de nacimiento, que mejor regalo de cumpleaños que hacer un viaje juntos como padre / hijo a Cuba, un lugar que siempre nos había llamado la atención a ambos y que no queríamos dejar pasar la oportunidad de conocerla bajo el régimen de gobierno actual.
Fue así que comenzaron los preparativos para el mes de Octubre donde partiríamos hacia el Caribe volando por Copa Airlines, con escala en Panamá City, con destino final La Habana. A través del económico programa Flexy Fly & Drive nos proponíamos conocer toda la isla de punta a punta manejando más de 5000 km en total (Ver mapa Cuba). El Flexy Fly & Drive es un programa que incluye aéreo, alquiler de un vehículo y alojamiento en distintos tipos de hoteles (all inclusive y convencionales) a lo largo de todo el territorio cubano.

Existe un mito de que a cuba hay  que llevar elementos al tipo de jabones, lapiceras, caramelos, etc. ya que no existe posibilidad alguna para sus habitantes de  conseguir estos productos. Desconozco como habrá sido en el pasado, pero en la actualidad existen todo este tipo de cosas en territorio cubano aunque sin dudas son bienes de difícil acceso para algunos ya que, como les comentaré más adelante, no todos tienen el mismo poder adquisitivo.

Tierra a la vista, llegamos a Cuba
Con la misma emoción que habrá sentido Cristóbal Colón al divisar las cristalinas playas de la provincia de Camagüey, al oriente de la isla, nosotros sobrevolábamos ese territorio para aterrizar en aquellas históricas que tanto soñábamos con conocer.

La primera imagen fue un poco impactante, ya que el aeropuerto está repleto de agentes de seguridad de la Policía Revolucionaria de Cuba que están atentos a cada uno de los visitantes que arriban al lugar. Ocasionalmente sacan a alguien de las filas para indagar sobre su origen, a que se dedican y a que se dirigen a Cuba. Vestidos con uniformes color caqui y con una postura inflexible, estos oficiales te brindan la primera imagen de que en Cuba “todo está bajo el control del estado”. Posteriormente, cruzás a través de migraciones donde vuelven a hacerte preguntas y te toman una fotografía en una pequeña cabina que termina de tirar por el suelo la imagen de que ibas a ser recibido entre tambores y mojitos.

Nuestra llegada a la ciudad de La Habana nos dejó impactados, tras atravesar el anillo que rodea a la ciudad, cargado de pobrezas y necesidades, nos adentramos en el barrio del Vedado, dónde pasaríamos nuestra primera noche antes de comenzar nuestro viaje en auto por todo el territorio cubano. Con una pequeña visita a la Habana Vieja, en medio de la lluvia, dimos inicio a la aventura cubana sabiendo que concluiríamos nuestro viaje con 4 días en la capital de aquel país al final del viaje. Ya en la primera noche empezamos a detectar los códigos del lugar para con los turistas: Venta de licor y tabaco de contrabando, mujeres cubanas “amistosas” con los turistas extranjeros, siempre regatear precios y nunca sentarse a tomar o comer algo en el primer lugar a la vista, salir temprano de noche ya que todo cierra muy temprano, etc. Tras tomar algunos mojitos en el Bar Francés de la Habana Vieja esperando que pare la lluvia fuimos a comer unos bifes encebollados en el malecón, al lado del mar, y nos volvimos a descansar para emprender viaje hacia Varadero al día siguiente.

Comenzaba la travesía, nos dirigimos a la agencia AVIS a retirar el Skoda Fabia que nos acompañaría en esta aventura y así salimos con rumbo a Varadero. Las rutas cubanas son muy particulares, y cualquier extranjero se sorprenderá de la cantidad de personas a la vera de la misma que piden que los lleven, esperan el transporte público oficial (camiones rurales similares a los que transportan ganado) o se suben a autos de la década del 60 que sin exagerar pueden llevar hasta 10 personas en su interior. El transporte es uno de los principales problemas del país, con trenes abarrotados y que no llegan a los distintos puntos de la isla. En tanto que el resto de los medios de movilidad se manejan a través de empresas informales o individuos que rentan el espacio en sus vehículos a cambio de un poco de dinero.

No hay problema con subir gente a los vehículos, si es que se les ocurre hacerlo, ya que en Cuba la seguridad de los turistas es parte de la conciencia social de la población. Más allá de que existen puestos de seguridad caminera en todas las rutas los mismos habitantes son conscientes de que el régimen no toleraría un atropello a aquellos que contribuyen a la pata más fuerte de su economía: el Turismo. Si debo advertirles que muchas veces los “hitchhickers” cubanos no tiene un rumbo establecido, es decir pueden llegar hasta Santiago de Cuba en el extremo sur si es que vos te dirigís allá, aunque esa no haya sido la idea original del viaje.

Llegamos al mundialmente famoso Varadero, conocido por sus playas de arena blanca y sus aguas cristalinas. Allí fue nuestro primer escollo en el viaje. Hasta el momento habíamos tomado la primera noche de hotel y el automóvil que un número impreso en un mail que Flexy Fly & Drive había enviado, pero al llegar al Hotel nos exigieron unos vouchers azules que no teníamos. Es importante que tengan en cuenta lo siguiente: en Cuba hay muchas cosas que dependen del estado y por ende existe mucha burocracia en cada uno de los pasos que necesites dar en el país. El Hotel era de una cadena estatal llamada Cubanacan y desconocía completamente la existencia del operador que habíamos contratado, sólo tomando por válido estos misteriosos vouchers azules. Tras muchas llamadas telefónicas y discusiones entre el encargado del hotel y la persona de la agencia (cabe aclarar que eran eternas, como si el reloj no corriera). Finalmente nos avisaron que los vouchers llegarían por correo al día siguiente, por lo que tuvimos que pagar en efectivo la primera noche en el lugar.

En Cuba conviven dos monedas nacionales el peso cubano (de escaso valor adquisitivo y destinado únicamente a los ciudadanos cubanos) y el CUC o cubanos convertibles cuya cotización se asemeja a la del Euro. Los precios en general no son baratos para los turistas en Cuba, sobre todo para los latinoamericanos que no contamos con un presupuesto tan holgado para nuestros viajes.

Tras solucionar el inconveniente nos fuimos almorzar para finalmente poder disfrutar de las playas. El hotel no era un “all inclusive”, lo cual es desde mi punto de vista hace a este viaje mucho más entretenido ya que te obliga a salir a conocer cada lugar y las zonas menos transitadas por extranjeros. Por la noche salimos a caminar para conocer un poco más el pequeño pueblo y disfrutamos de una excelente Paella con mariscos y hasta langosta, para luego dirigirnos al final de la Avenida principal del lugar adonde se llevaba a cabo una fiesta con música en vivo donde los mojitos y los cubas libres circulaban de a cientos. Sin dudas, la música es patrimonio de los cubanos. Tener la oportunidad de observar como bailan salsa es un espectáculo único y que por supuesto nos obliga a escondernos para que a nadie se les ocurra sacarnos a bailar y ponernos en ridículo frente a cientos de “semi profesionales” del baile. Volvimos al hotel y disfrutamos de algún otro cuba libre en el balcón y nos fuimos a descansar ya que al día siguiente continuaba nuestro viaje. 

Al día siguiente debíamos cruzar toda la isla para llegar a la ciudad de Trinidad, ubicada sobre el mar Caribe. Sin embargo antes pasamos por la ciudad de Cienfuegos, conocida como la “perla del sur”, un pintoresco lugar que mezcla un estilo colonial con modernos edificios. Tras recorrer su plaza de armas, sus avenidas y un pequeño mercado local nos detuvimos a almorzar en un restaurant cuya decoración, la música de un piano sonando de fondo y sus patios repletos de vegetación y esculturas, te transportaba automáticamente  a los años 50.

Continuamos en camino hacia uno de los puntos históricos de Cuba, Trinidad un lugar que alojo a los esclavos negros que llagaban desde África. Allí mismo era comercializados en la plaza principal del pueblo para ser llevados por los terratenientes a trabajar en sus plantaciones de azúcar o estancias. Cada piedra, cada mural y cada rostro de la ciudad sin dudas movilizan a los turistas que se acercan al lugar evocando esas atroces épocas en donde abiertamente se trataba a seres humanos como mercancía. En Trinidad nos alojamos en un “all inclusive”, ya con los vouchers en mano, para poder disfrutar de buenas bebidas y comidas ilimitadas junto al mar, aunque personalmente me gustaron mucho más las playas de la costa del atlántico.

Una de las cosas increíbles de Cuba es conversar con su gente, muy culta y amigable, que ocasionalmente se animan a contarte la verdad sobre la situación en que viven y gracias a esto pude llegar a la conclusión de que hay dos formas de vivir una vida digna en Cuba: Trabajando del turismo o siendo miembro del Partido Comunista Cubano, el primero porque el contacto con extranjeros permite recibir muchas propinas y negocios paralelos (como tours informales, venta de mercaderías, etc.) y el segundo por los beneficios políticos que tiene formar parte de una élite partidaria. Así, uno se encuentra con bailarinas o mozos que tienen títulos universitarios en medicina, ingeniería o arte pero que bajo ningún punto de vista podrían vivir de la manera que lo hacen trabajando de sus profesiones.

Otra de las cosas llamativas es el acceso internet. En Cuba por aquel entonces (desconozco como es en 2012) no proliferaban los puntos de conexión Wi-Fi, es decir que había que dirigirse a un cyber café para poder conectarse. El precio por hora era carísimo, algo así como 6 CUC la hora (léase Euros) y además debías completar un formulario con tus datos y número de pasaporte que decían desde que máquina y el horario en que ibas a navegar, algo más para sospechar del extremo control estatal sobre las distintas actividades.

Seguimos en viaje y nuestro itinerario era muy apretado, teníamos planificado solo dos o tres días por ciudad lo que nos llevaba a acelerar nuestro paso. En este sentido les recomiendo tengan mucha precaución, sobre todo al “acelerar”. Las rutas cubanas se encuentran en muy mal estado, transitadas por animales, carretas y gente desplazándose en bicicleta o a pie. A pesar de estar limitada la velocidad máxima, las desoladas carreteras son una tentación para la velocidad hasta que de la nada puede aparecer un cráter de estilo lunar que te acomoda las ideas de una sacudida importante.

Aunque el ritmo de viaje era frenético no perdíamos las ganas de seguir conociendo y fue así que todavía no llegábamos a la mitad del viaje y ya íbamos a conocer un quinto lugar, Playa Santa Lucía en la provincia de Las Tunas. Tal vez una de las más lindas del país, contaba con enormes hoteles sobre la calle principal que corría en paralelo al mar. Volvíamos al modelo “all inclusive”, pero esta vez tratábamos de disfrutar más de sus instalaciones fundamentalmente de la barra ubicada en la playa del hotel. Aquella costa contaba con un imponente muelle que había sido azotado por un tifón años atrás y lo había dejado inutilizable, sin embargo se había transformado en el lugar ideal para hacer snorkel ya que los restos bajo el agua atraían peces de todo tipo que fascinaban a todos los visitantes. Ya a esta altura se veían cada vez menos turistas extranjeros pero sí muchos cubanos, en gran mayoría miembros del PCC (Partido Comunista de Cuba) que reciben unas vacaciones pagas para todo el grupo familiar por apoyar el modelo instaurado por Castro.

En Santa Lucía tuvimos la suerte de conocer a un grupo de cubanos muy amigables con los compartimos muchas conversaciones y momentos. Eduardo, un cubano que vivía en Estados Unidos y que había regresado para visitar a su familia se acerco a preguntáramos de donde éramos y nos presento a todo su grupo de amigos y familiares. Para cualquier viajero le genera una sospecha el exceso de cordialidad desinteresada nos puede generar cierta desconfianza, que fue lo que nos ocurrió en un primer momento. Pero la verdad que este grupo de gente terminó siendo honestos en sus intensiones, solo querían compartir con personas que venían de otras realidades un momento de sus vacaciones.

Tras escuchar la cruda historia de cómo naufrago a los 18 años en balsa hasta Florida pudimos comprender un poco la visión de quien siente que Cuba le ha quitado todo y que sólo vuelve a ese lugar para ver a su familia. Por la noche fuimos invitados a tomar unos tragos a un bar 100% cubano, donde una fiesta con mucha música se llevaba a cabo y destacando las buenas intenciones de nuestros nuevos amigos, al final de la noche dividimos los gastos en forma equitativa.

Todo estaba listo para seguir y ahora nos quedaba por delante los destinos más importante de nuestro viaje: La hermosa playa tropical de Guardalavaca; la revolucionaria ciudad de Santiago de Cuba, donde tomo fuerza el movimiento revolucionario del 26 de Julio tras la toma del cuartel Moncada; Santa Clara, donde descansan los restos de Ernesto “Che” Guevara ícono mundial de la revolución y la juventud; y nuestra estadía en La Habana, la ciudad que sintetiza todo lo vivido durante aquellos días y que ningún viajero debería dejar de conocer.

Mirá aquí la segunda Parte de “Cuba, la revolución que no termina”. ¡Hasta siempre Giramundos! Yo no ando devagar, O minho destino é viajar, Yo no soy de ningun lugar, O giramundo giramundo...

viernes, 8 de junio de 2012

Fiji, un sueño para no despertar


Se preguntarán por qué el sugestivo título de este artículo y cómo fue que con sólo 17 años llegue a Fiji. Tal vez exista una sola palabra que ayude a describir aquella maravillosa experiencia que viví allá por 2003, una que es tan mágica y abarcadora, que roza lo fantástico e irrepetible: “Sueño”.

Fiji fue más que un destino turístico para mí, fue un hito que marcaría mi existencia para siempre. Una semana de mi vida, en pleno descubrimiento del mundo de los viajes, de los hostels y los mochileros, en la que experimente la sensación plena de libertad, paz y armonía. Incluso me llevó a contestarles a mis padres un correo desde la otra punta del mundo que decía algo así como: “el año que viene no estoy convencido de estudiar, en realidad siento ganas de viajar”, transformándome así en un kamikaze japonés que tuvo que estrellarse contra duras respuestas, pero que con el tiempo entendería por qué el enojo del otro lado de la pantalla.

Corría el año 2003 y me encontraba realizando una intercambia cultural en Nueva Zelanda (*ver Nueva Zelanda, la joya de Oceanía). Un día la familia Galyer, que gentilmente me recibió en su hogar durante 6 meses me comentó que estarían realizando un viaje a las Islas Fiji y que sería un placer para ellos invitarme, siempre y cuando el ticket aéreo corriera por mi cuenta.

Así fue que debí decidir entre conocer Australia, que se encontraba a sólo 3 horas de vuelo desde Wellington (NZ) o visitar las paradisíacas islas del Pacífico. Finalmente y tras meditarlo pensé que sería más probable volver a ese rincón del mundo para visitar Australia, que cruzar medio planeta para conocer una pequeña isla.

Llegó el gran día, armé mi mochila y partimos rumbo a Nadi, la tercera ciudad más importante del país que alberga el aeropuerto internacional y se ubica en la isla de Viti Levu. La primera impresión fue un shock, es que después de estar casi seis meses viviendo en Nueva Zelanda sinónimo de orden y limpieza volví a sentirme que pisaba un país subdesarrollado. El primer impacto fue el calor insoportable que ingresó al momento de abrirse la puerta del avión y el caos de gente en un aeropuerto sobresaturado con todas sus escaleras mecánicas detenidas, y un idioma totalmente extraño (a pesar de que todos los habitantes hablan muy bien inglés). Esta ciudad no es el mejor de los lugares, por las noches no parece segura ya que se ve mucho caos y descontrol. Muchos extranjeros descontrolados, prostitutas y alcohol al más puro estilo Bangkok.

Desde allí nos dirigimos al puerto local desde donde partiríamos en ferry a través de cristalinas aguas hasta llegar a nuestro destino, la Isla Mana. Allí, mi familia se dirigió a un resort al otro lado de la isla, y yo junto a Sarah, mi “host sister” en Nueva Zelanda arribamos al hostel (*ver hostels en Mana) ubicado a pocos metros frente al mar.

Era la primera vez en mi vida que arribaba a un hostel, no entendía mucho cómo funcionaba el lugar ni cómo debía uno relacionarse con otros viajeros. Tenía apenas 17 años, lo que me convertía en el viajero más joven de la isla además del único latinoamericano. Por suerte y gracias a la mecánica del hosteling, automáticamente conocí a un inglés y una noruega que nos recibieron con mucha buena onda y, con cerveza de por medio, nos comentaron un poco como era la vida en Mana.

Tal vez esto último fuera lo más fácil y rápido de aprender ya que en Fiji prácticamente no existen las preocupaciones. A pesar de la pobreza y precariedad sus habitantes son conscientes de que por su cercanía al mar y las condiciones climáticas de la zona, la naturaleza se encargará de proveerles todo lo necesario para subsistir. Por lo tanto desde ese día pasaba a vivir en “Fiji time”, es decir sin horarios y ni apuros.

Básicamente el objetivo de pasar los próximos días en aquel paraíso era disfrutar del sol, snorklear por las fantásticas aguas llenas de vida, conocer amigos y amigas de diferentes partes del mundo, compartir experiencias de vida, tomar mucha cerveza, ron y vodka y abrir bien los ojos para no dejar escapar en tu mente ni un solo instante de esos 10 días.

Las instalaciones del hostel eran bastante precarias, un colchón con apenas una sábana que no contaba con red mosquitera, un pequeño comedor al aire libre sobre la arena adonde a diario almorzábamos y cenábamos (incluido en la tarifa del hostel, pero difícil de descifrar que era lo que ingeríamos) y que al mismo tiempo servía de bar durante toda la noche para compartir largas horas de charlas, juegos para beber y música.

Algunas de las actividades nocturnas más destacadas fueron la carrera de cangrejos, un complejo sistema de competencia adonde se elije un cangrejo y se lo coloca en un balde. Luego se dibuja un gran círculo y se apuesta al cangrejo seleccionado, el primero en salir del circulo se alza con el pozo acumulado.



Otra fueron los shows de bailes típico con fuego y el coro de niños locales que entonaron canciones en fijiano acompañados por el escaso ritmo de los queridos gringos que pasaban por la isla. Ningún visitante puede dejar de disfrutar de la ceremonia de “Cava”, un extraño brebaje hecho a base de una raíz con propiedades similares al alcohol. En realidad, la sensación es la de tomarse una cerveza caliente pero que cayó en un charco en la tierra.

Durante el día el mismo calor te obligaba a levantarte por la mañana aunque hubieras trasnochado y de ahí directo al mar. La isla tiene distintos rincones muy tranquilos, a tan solo unos 40 minutos de caminata. Es común la práctica de topless entre las europeas que conviven en un paisaje de pescadores, que buscan su botín diario por las costas. Mana está rodeada por arrecifes de coral, es decir que la vida marítima abunda en las profundidades. Es fundamental llevar un snorkel ya que alquilarlo a diario se transforma en un gasto innecesario y por algunos dólares podes comprar uno en la ciudad de Nadi. Bajo el agua se pueden divisar estrellas de mar de color azul eléctrico, peces de todos los colores y formas que uno se pueda imaginar que te obligan a contemplarlos durante largos minutos.

Ahora, si no podes mantenerte en un solo lugar y estás ansioso hacer alguna otra actividad podes contratar una lancha para conocer arrecifes de coral más lejanos o también para hacer un tour de pesca por las fascinantes aguas entre las diferentes islas.  Esta última fue una de las actividades que practique durante mi estadía de la mano de Moses, nuestro capitán estrella, que no sé si sabía mucho de pesca pero cuyas permanentes carcajadas bajo un tupido afro sin dudas me alegraron la mañana. Además durante el viaje podés apreciar las demás islas, que por lo general cuentan con Resorts “All Inclusive”, y pasar por las costas de la Isla de “Cast Away”  donde fue filmada íntegramente la película “El Naúfrago”, protagonizada por Tom Hanks.

Otra cosa muy recomendable es meterse al mar de noche bajo un cielo lleno de estrellas e iluminado por las luces de algunos veleros que se encuentran anclados fuera de la barrera de coral. La calidez de las aguas de Fiji te hace olvidar de cualquier otro problema que pueda acosar tu mente.

Un dato a tener en cuenta es que la mayoría de los mochileros en Fiji son bastante jóvenes. Es muy común que los ingleses y nórdicos hagan un viaje por Oceanía de alrededor de 6 meses antes de comenzar sus estudios o seguir con sus actividades laborales. Estamos hablando de jóvenes de 23 años en promedio que además de buscar conocer nuevos destinos, buscan diversión.

Jamás voy a olvidar las conversaciones, debates sobre Europa y Sudamérica, la anécdotas de viajeros que transitaban hace ya muchos meses por la región, las charlas de rugby con los locales que trabajaban en el lugar y la increíble sensación de que el tiempo no corre, porque estás 100% relajado.


Durante aquellos diez días esta fue básicamente mi rutina, que en la Isla de Mana no es agotadora  sino de lo más placentera. Es tal vez el sueño de todo aquel que en un día de furia exclama: “Dejo todo y me voy a vivir a la playa”. Es la viva imagen de aquellas películas como “La Playa”, en donde la calidad de vida no se mide por el acceso a bienes sino por la naturaleza y el paraíso que te rodea.

Pero en fin es un sueño, un sueño que como todo sueño en su mejor momento llega al final y tenés que despertarte para seguir con la vida real. Pero lo más importante, es un sueño que vas a recordar cada día de tu vida, ese que en el momento de máxima tensión va a levantar tus pies de la tierra y te va transportar a ese paraíso Giramundo, a esa anhelada forma de vivir. ¡Hasta la próxima queridos viajeros!


domingo, 22 de abril de 2012

Caribe Colombiano, en lo más alto de Sudamérica (2da parte)


Taganga y Parque Tayrona
Tras unos intensos tres días en Cartagena y sus alrededores llegaba la hora de emprender el viaje hacia el norte de la región, con destino a Taganga. Ubicado a 5 km de la ciudad de Santa Marta, este pequeño pueblo de pescadores es uno de los lugares más nombrados en las guías de viajero y uno de los puntos de encuentro para los mochileros que recorren el país. Partimos desde la terminal terrestre a las afueras de Cartagena en un bus de línea, pagando 25.000 COP el boleto, viajando en un bus muy cómodo y con aire acondicionado. Pero como no podía ser de otra manera estalló un neumático tras apenas una hora de viaje, dañándose por completo la llanta y dando por terminado el trayecto. Fue así que tuvimos que esperar bajo el sol de la carretera a que otro bus arribará y nos hiciera un lugar de parados en su cómodo pasillo, arribando a Santa Marta 3 horas después durante el atardecer.

Desde el lugar tomamos un Taxi (si es que así podía llamarse a aquel medio de transporte: un Dacia soviético, versión utilitario con doble cabina y una caja de carga, adonde fueron a parar nuestra mochilas), que empezó a imponerse en el embotellado tránsito hasta comenzar a remontar por la ruta que subía por el oscuro morro que separa a la ciudad del pueblo de Taganga. Afortunadamente y más allá de las llamadas telefónicas que entre murmullos hacia el taxista mientras conducía, arribamos sanos y salvos al hostel LaTortuga. Salimos de recorrer la calle principal del lugar y tras comer unos ricos calamares fritos volvimos a descansar para aprovechar al máximo la playa del lugar.

Temprano en la mañana partimos hacia Playa Grande, ubicada a una media hora de caminata por sobre una montaña o solo algunos minutos tomando una lancha desde Taganga, con el objetivo de disfrutar del sol del Caribe. Les advierto a todos los turistas que hagan el primero de los caminos que durante el trayecto serán demorados por agentes de la Policía Nacional  que van a pedirles que le “regalen una requisita” de todas sus pertenencias: bolsos, billeteras, bolsillos, etc. 

Durante este viaje fue la primera vez que como extranjero me sentí tan atosigado por la fuerza pública, ya que esta efectuaba controles permanentes sin ningún motivo y preguntas innecesarias obligándote a perder el tiempo sabiendo que, al fin y al cabo, solo estás conociendo y gastando en su país. Sinceramente la única razón de estos procedimientos es encontrar drogas o alcohol para decomisarlo y posteriormente pedir amablemente un soborno para poder librarse de la situación. La Policía colombiana es muy corrupta, pero sin embargo no hay que subestimarla. Les recomiendo a los viajeros no cometer ningún tipo de ilícito durante el viaje, ya que muchos turistas han pasado por un mal momento  por querer escapar de estos aprietos y jamás olviden que no están en su país, somos nosotros los que debemos adaptarnos y no ellos a nosotros.

Volviendo a la arena arribamos a Playa Grande, un lugar muy tranquilo con árboles que llegan hasta la orilla del mar donde podés descansar en reposeras, tomar una buena cerveza helada y comer un pescado recién sacado del mar en los diferentes estaderos instalados a lo largo de la playa. Taganga es famoso por su actividad de buceo de manera que abundan las excursiones para con tubo de oxígeno o para recorrer arrecifes con snorkel. Desafortunadamente el agua del mar era muy fría, según los locales por culpa de la brisa que azotaba a Colombia por aquellos días, pero desde mi opinión el agua helada y cristalina es excelente para refrescarse en las altas temperaturas del lugar. Tras un muy buen día de playa regresamos a Taganga para ver el atardecer y empezarnos a preparar para disfrutar de la noche.

La noche en Taganga no fue lo que esperábamos teniendo en cuenta que arribamos al lugar pensando que arribaríamos al Montañita del Caribe. Por una regulación del gobierno cualquier tipo de bar, discoteca o local bailable debe cerrar sus puertas a las 1 am, de manera que tenés que cenar temprano para aprovechar las actividades y recorrer los diferentes sitios. Según los lugareños esto ocurrió porque unos viajeros de Israel se instalaron en el lugar y comenzaron a controlar todo el negocio de la noche, lo que llevó a un descontrol total por parte de los empresarios locales y autoridades teniendo que imponer esta legislación regulatoria.

Algunas de las fiestas más conocidas son la de la disco “Sensation” y la fiesta de los sábados en “El Mirador”, un hotel enclavado en la montaña frente al mar. Pero como les decía más arriba, en el mejor momento de la noche cuando todo el mundo bailaba desenfrenadamente al ritmo de David Guetta la fiesta se termina y todos los asistentes comienzan a vagar por las calles del pueblo, tomando alguna cerveza, aguardiente o ron.  Las calles del pueblo son muy oscuras y si uno no conoce a nadie del lugar puede encontrarse expuesto a riesgos, tal como el que tuvimos vivir en persona cuando un grupo de jóvenes en bicicleta nos escolto por varias cuadras con un gran cuchillo en la mano. Por suerte nada paso y hoy puedo escribir este post.

Existe una alternativa que son los “after hour” clandestinos, algunas casas muy rústicas que abren sus puertas para que la gente ingrese y consuma bebidas escuchando música. La verdad que no se los recomiendo, los personajes del lugar no inspiran mucha confianza, se ve mucho consumo de droga y la gente entra y sale de esos lugares porque la fiesta nunca termina de encenderse.

Más allá de estas adversidades decidimos pasar 3 días en Taganga, fue bueno poder estar tranquilos y descansar un poco. A pesar de que muchos de los mochileros con los que conversamos llamaban al lugar “Caganga” por la decepción que se llevaron. Para mí es un agradable lugar para pasar unos días de tranquilidad, no de fiesta, antes de partir hacia el Parque Nacional Tayrona.

Tras el fin de semana partimos al Parque Tayrona, una de las reservas naturales más importante de Colombia. Compramos algunas provisiones como agua, pan, latas de atún y una botella de ron para poder pasar las noches en aquel lugar, donde la infraestructura no está muy desarrollada. Tomamos una pequeña buseta por 1500 COP hasta Santa Marta y desde allí una más grande por 5000 hasta el Tayrona. Tras 1 hora de viaje arribamos al ingreso del parque donde hay que pagar una entrada de 35000 COP por ser extranjeros (los estudiantes pagan un precio mucho menor si presentan carnet ISIC). Una vez pasada la barrera del parque hay que pagar otros 2000 COP para subir a un bus que te lleve al comienzo del sendero. Por lo que como verán en Colombia nunca terminas de pagar siempre falta algún billete más para llegar a destino.

Finalmente llegamos al sendero que puede hacerse a pie o a caballo, nosotros optamos por la primera alternativa. Son casi 2 hs. de una caminata asombrosa, a través de un bosque tropical lleno de vida, una vegetación abundante y sonidos que te hacen sentir bien lejos de la civilización. Tras aproximadamente 1 hora de caminata arribamos a la primera playa del Tayrona, Arrecifes, famosa por la bravura de sus aguas y que ya tienen en su estadística más de 200 muertos que osaron desafiarlas. El paisaje del lugar es imponente, con la inmensidad del mar, manglares que desembocan en la playa habitados por infinidad de aves y hasta monos que circulan por el lugar buscando comida de alguno de los viajeros que por allí transitan. Desde allí continuamos caminando por la playa hasta llegar a un nuevo spot llamada “La piscina”, una pequeña olla donde las aguas son calmas y la gente disfruta de un buen baño. En el lugar se puede comprar frutas y jugos naturales para relajarse en ese paraíso. 

Tras dejar este lugar nos acercábamos a nuestro destino final, el Cabo San Juan de Guía, donde pasaríamos la noche. En el trayecto la Policía Nacional volvió a solicitarnos una requisa y allí quedó nuestra botella de Ron Medellín que nos acompañaría durante la noche. Como era de esperar no fue vertida en el suelo sino que probablemente fue disfrutada en la noche por estos hombres de ley.  Media hora más  caminata y finalmente arribamos al Cabo San Juan, un lugar alucinante compuesto por dos bahías en forma de espejo y un mirador en lo más alto del morro que las divide. En el Cabo se debe pagar nuevamente por persona para poder acampar: 15.000 si llevás tu propia carpa o 25.000 si preferís alquilar una hamaca o carpa en el lugar. Las instalaciones dejaban mucho que desear, los baños estaban sucios y las hamacas sobresaturadas de personas y desprovistas de cualquier tipo de abrigo. Les aconsejo elijan la carpa ya que las hamacas pueden ser el anhelo de cualquier viajero pero no es el alojamiento más cómodo. 

Partimos a recorrer las playas del lugar y disfrutar de su belleza. Lamentablemente los dos días que estuvimos en el lugar el sol no abandonó, por lo que la temperatura del agua era bastante fría. Muy cerca del cabo se encuentra la Playa Nudista, extensa  y llena de vegetación pero que de nudista no tenía nada, sobre todo teniendo en cuenta que la mayoría éramos argentinos y no es habitual que nos desnudemos en lugares públicos. 

Al atardecer regresamos al Cabo y conocimos a unas amigas de argentina con quienes tomamos algunas cervezas frente al mar. Como no hay energía eléctrica en el lugar es fundamental llevar una linterna porque no se ve absolutamente nada. En el camping hay un restaurante con precios bastantes razonables, por lo que si no estás muy ajustado con el dinero no hace falta que lleves latas de comida. Tras conversar, tomar algunas cervezas y tocar la guitarra los visitantes se van a descansar temprano como a las 10 pm. 

Tras una noche de mucho frío, muchos mosquitos y mucha incomodidad en las hamacas optamos por regresar a buscar nuestras mochilas a Taganga, que habíamos dejado en el locker del hostel para viajar liviano al parque con una pequeña muda de ropa. Desde allí, conseguimos un servicio de transporte puerta a puerta, Marsol, para regresar a Cartagena a disfrutar de los últimos días de nuestra aventura y poder pasar la noche en Isla Barú, la mejor playa que conocimos en Colombia.

De regreso en la mágica ciudad amurallada nos alojamos en el Hostel El Viajero, sin dudas uno de los mejores hostels en los que he estado en todos mis viajes. Ubicado a pocas cuadras del centro tiene una vida muy prendida, con fiestas propias todas las noches en su patio interno donde tocan bandas y hasta hay una barra de tragos. Es el lugar ideal para conocer gente y hacer nuevos amigos. Tras la fiesta a modo de previa, todos los miembros de El Viajero partimos hacia la “Fiesta del Media Luna Hostel” ubicado en las afueras de la muralla. Una fiesta increíble que cuenta con una terraza adonde todos bailan hasta el amanecer, muy recomendable. Al día siguiente volvimos hacia playa blanca en Barú, donde dormimos en carpa y disfrutamos de la tranquilidad del lugar.  

Ya cerrando el viaje aprovechamos para recorrer algunos rincones de la ciudad antigua que nos habían quedado pendientes como el Castillo de San Felipe, la casa del escritor Gabriel García Márquez, el monumento a la India Catalina y el barrio de Gestemaní.

Me gustaría cerrar este post con algunas reflexiones sobre este viaje. Es increíble tener la posibilidad de viajar a destinos con los que siempre soñaste y así como lo dice la canción “Soñé, Soñé Colombia”, conocer el país cafetero era uno de mis anhelos más grandes. Significó llegar a los más alto del continente, a un país que desde pequeño siempre llamó mi atención, ya sea por su fútbol, por su música o por sus conflictos socio-políticos. Tener la posibilidad de descubrir la alegría de su gente, la amabilidad con la que fuimos recibidos en general, empezar a entender de a poco la cultura del lugar es algo que no tiene precio. Consideró que cuando viajas a un país y sólo pensás en tener la posibilidad de volver a visitarlo, la elección de tu destino fue todo un éxito. Es que Colombia es enorme y rica, por lo que se necesitan muchas más semanas para poder recorrerla en su totalidad.

Por suerte hoy ya no sólo sueño con Colombia sino con Medellín, con Bogotá, Cali, Bucaramanga, Manizales, San Agustín y cualquier otro rincón de aquel inolvidable país que me hizo disfrutar tanto de tener la posibilidad de viajar. ¡Hasta la próxima aventura que seguro está a la vuelta de la esquina, después de todo sólo somos Giramundos y está escrito en nuestro destino seguir viajando!

Caribe Colombiano, en lo más alto de Sudamérica (1era parte)


Hace unos años cuando comencé a conocer este continente tan increíble en el que me tocó nacer, empecé a vislumbrar mi primer gran objetivo como mochilero: Colombia.

En las sucesivas aventuras por Bolivia, Chile, Perú y Ecuador (ver post anterior) conocí a miles de viajeros, mochileros, artesanos, aventureros o simplemente personas que buscaban su lugar o algo tal vez mucho más complejo, algo que no es fácil de entender a menos que estés en la piel de quien te lo manifiesta. Sin embargo, muchos de ellos tenían algo en común y era la misma respuesta a mi pregunta: “¿Hasta dónde pensás llegar?”, “Yo voy a subir hasta Colombia”. Lo cual comenzó a generarme una atracción hacia ese país y terminó por llevarme a conocer ese místico lugar.

Para muchos el país cafetero tiene una de las peores reputaciones del mundo. Es que cuenta con más de 50 años de una guerra civil entre la guerrilla (FARC), los paramilitares y el estado, ayudado por el gobierno de Estados Unidos; y además con el oscuro pasado del narcotráfico y del reinado de Pablo Escobar Gaviria, el narcotraficante más célebre de la historia que llegó a ser representante en el Congreso de la República.

El fantasma de Escobar aún sobrevuela a Colombia. Es que fue un hombre que para muchos podía transformarse en el salvador del país y que llevó a algunos de sus habitantes a adoptar la cultura de la violencia como una forma de vida. A esto último lo sostengo a partir de que en tan sólo 14 días pude ser testigo de algunos episodios que me llevaron a esta conclusión, a modo de ejemplo carteles en lugares públicos dónde establecen que queda prohibido el ingreso con armas de fuego y situaciones totalmente “extrañas”, que detallaré más adelante.

Pero más allá de todo esto, Colombia es una tierra repleta de alegría, color y calidez en su gente y fundamentalmente para con los argentinos. Pocas veces me he sentido tan bienvenido como lo que viví por aquellas latitudes, hasta me llevó a pensar que tal vez los colombianos y los argentinos no seamos tan diferentes después de todo, a pesar de la gran distancia que no separa.

Llegar a Cartagena, respirar Colombia
Así fue que después de una larga espera llegó el gran día, el momento en que me dirigiría al aeropuerto de la ciudad de Córdoba con destino a mis merecidas vacaciones. A través de una promoción de LAN conseguí un aéreo directo a Cartagena de Indias por unos 600 dólares. Sin embargo, por toda una serie de malos entendidos tuve que volar sólo. Esto se debió a que mis compañeros sacaron sus pasajes por Despegar.com (que desde este viaje dejaré de recomendar, ya que trajo más problemas que soluciones) y por falta de disponibilidad terminamos volando todos en vuelos diferentes.

Tras un retraso de 4 hs en la escala en el Jorge Chávez de Lima, arribé a Cartagena a la medianoche. Con sólo una idea aproximada de donde estaba parado, a lo que se sumaba  el calor infernal que se siente al momento en que se abre la puerta del avión, tomé un taxi por $12.000 colombianos (COP), unos 7 dólares, hasta el Makako Hostel adonde mis amigos me esperaban tomando la doceava cerveza en un balcón de madera del siglo XIX. Cabe aclarar que a partir de ese momento nunca tuve una real noción de cuanto estaba gastando ya que el cambio me pareció complicadísimo (1 U$S = 1700 COP - Ver conversor al pie del blog), sólo aprendí a determinar que era muy costoso y que no lo era.

Llegar a Cartagena de Indias de noche e ingresar a esa fortaleza amurallada no tiene comparación con nada. Sus estrechas calles adornadas por balcones y flores, iluminadas por farolas coloniales y música salsa de fondo te provoca una sensación de que estás en un lugar detenido en el tiempo.

Así fue que nos dirigimos a la plaza donde se ubica el emblema de la ciudad, la Torre del Reloj. Allí empezamos la recorrida nocturna por Colombia, con todo lo que eso implica y como buena primera noche, en un lugar que desconocés, salió todo fuera de lo esperado. Comenzamos por el famoso bar “Tu Candela”, uno de los lugares más turísticos que te puedas imaginar en donde podías encontrar desde una señora europea de 60 años con bermuda, a jóvenes mochileros con musculosa de surf y algún que otro señor entrado en años acompañado de una de sus “amantes locales”. Es que si hay algo que te sorprende en la noche de Cartagena es la cantidad de prostitución, oficial y no oficial, que hay en sus calles.

Al no encontrar lo que esperábamos nos cruzamos la calle hacia uno de los bares más típicos del lugar, “Donde Fidel”, allí la salsa que proviene del local se adueña de la plaza y de todos lo que transitan por la calle que no se resisten a bailar. Tras una par de cervezas decidimos continuar la recorrida ya que teníamos la esperanza de encontrar algo para hacer aquel domingo. Pero la noche no iba a dejar de sorprendernos, así fue que detrás de la plaza encontramos una fiesta repleta de gente bailando y emocionados nos dirigimos adentro. Pero había algo extraño en aquel lugar, tragos baratos, mucha gente y todo el mundo demasiado amigable con nosotros. Fue así que tras un par de minutos nos dimos cuenta adonde nos habíamos metido: estábamos en el bar de “Le Petit Hotel”, el hospedaje gay friendly por excelencia de Cartagena.

Entre risas salimos del lugar y un tarjetero colombiano nos dijo de un bar, con buena música, cerveza fría y repleto de mujeres (el discurso universal de cualquier tarjetero, ya sea en Argentina o en Indonesia). Ingenuamente lo seguimos y entramos a una salón con muy buena música, adonde todas esas premisas se cumplían. Pero una vez más dijimos “acá hay algo raro” y efectivamente no nos equivocamos, es que era uno de esos lugares donde el que quiere divertirse paga y muy caro (léase pagar por “amor”). No dejó de sorprenderme que la tarjeta que nos habían entregado tenía un cartel que prohibía ingresar al lugar con armas de fuego.  Ese fue el momento que dimos por terminada nuestra primera noche y decidimos que habíamos vivido suficientes emociones.


Más allá de esta primera gran aventura, la noche colombiana fue una de las pocas críticas hacia Colombia. Es que al estar pocos días en cada lugar, uno tiende a ir a los bares y discoteques más conocidos del lugar y no entra en las alternativas locales. Pero la noche colombiana por momentos era eso… eso que por lo general no le gusta a ningún mochilero. En primer lugar, bares totalmente turísitcos donde ocasionalmente entraba un guía de un “chiva rumbera”, que ingresaba con 50 turistas de todo tipo y edad. En segundo lugar, en la noche colombiana uno nunca termina de estar tranquilo ya que se ven muchos personajes de la oscuridad tales como dealers, prostitutas, policías corruptos entre otros protagonistas incómodos. Por último, los horarios de la noche son muy variables, en el norte todo terminaba a la 1 am., mientras que en Cartagena lo hacía en horarios mucho más tardíos. Tal vez fue algo ocasional, pero fue lo que me tocó experimentar durante este viaje.

Durante el día el calor en tierras colombianas es bastante complicado para quienes no estamos acostumbrados a temperaturas caribeñas, pero por suerte existen muchas playas en los alrededores que lejos están de aquellas que uno ve en postales del Caribe pero poseen aguas cálidas, están a minutos de distancia y seguro no te va a faltar nunca nada. Entre ellas se destacan Bocagrande, Castillo Grande y La Boquilla. Un dato a tener en cuenta son los vendedores ambulantes quienes “te atacan” literalmente, al punto tal que si te quedas dormido podés despertar con una señora masajeandote la espalda sin que vos lo pidieras. Sin embargo todas estas cosas son la que hacen a un viaje en su totalidad, por lo que les recomiendo que también disfruten de las anécdotas que de ahí se desprenden.

Islas del Rosario e Isla Barú
Ya durante el primer día en Colombia sabíamos que con el mar Caribe tan cerca no podíamos perder un día de playa y sol. Fue así que partimos rumbo a las conocidas aguas de Islas del Rosario e Isla Barú. Uno debe dirigirse hacia el muelle turístico, ubicado al final de la calle de la Torre del Reloj, y allí tomamos una lancha que durante 1 hr. navegaría mar adentro. Por 45.000 COP hicimos el recorrido a Isla del Rosario, con 1 hr. de snorkel por el increíble arrecife de coral repleto de peces tropicales (atención, que siempre vuelven a pedirte a dinero cuando llegas al lugar en concepto de “algo”) y a continuación volvimos a almorzar una plato de pescado con arroz, ensalada y patacones a Isla Barú.

Sin duda alguna Playa Blanca es una de las playas más paradisíacas de Colombia y tal vez de América Latina, es un lugar donde la arena blanca y el mar turquesa te obligan a hacer mas de una visita. A tal punto que al final del viaje regresamos a Cartagena para pasar los últimos días en Colombia en aquella maravillosa ciudad. Allí decidimos volver a visitar Isla Barú, pero ésta vez nos quedamos a dormir en el lugar. Para pasar la noche tenés tres opciones frente al mar: en hamaca con red mosquitera, en carpa o por algunos pesos más en unos bungalows de madera.

Nuestro grupo optó por la opción de la carpa ubicada frente al mar y bajo una especie de techo de hojas de palmera que amortiguaría la lluvia en caso de ocurrir por 20.000 COP. Para ser sinceros es el sueño de cualquiera dormir frente al mar en una playa paradisíaca donde ni siquiera hay energía eléctrica, pero la falta de baños, a excepción del mar, y de otras comodidades básicas te llevan acortar tu estadía en esas condiciones. Es importante llevar linterna, ya que a excepción de los restaurantes al final de la playa que se encuentran iluminados por velas, después del atardecer ya no puede verse nada. En estos bares se puede comer por un precio bastante razonable (15.000 COP), por lo que no es necesario aprovisionarse con latas de conserva si solo vas a quedarte una o dos noches. Disfrutar de una atardecer en Isla Barú y caminar por sus playas iluminadas por la luna y las estrellas es una experiencia que nadie que viaje por aquellas latitudes puede dejar de vivir, así como tampoco levantarse por la mañana cuando sale el sol y pegarse un chapuzón en esas aguas celestes disponibles sólo par vos.

Al otro día nos tocaba retornar al continente a las 3 pm, que es el horario estimado en que salen las lanchas de regreso. Como solía pasar en Colombia, la lancha que nos llevó el día anterior nunca volvió al día siguiente, por lo que tuvimos que negociar con otro capitán nuestro regreso por otros 15.000 COP más. La vuelta a través del mar suele ser bastante movida, sobre todo si el capitán que te toca es un  absoluto irresponsable que no regula los dos motores de 200 HP cuando encara olas de 4 metros, así que como consejo traten de buscar las embarcaciones más grandes y evitar las más pequeñas y rústicas. Además, si pueden, siéntense de la mitad de la embarcación hacia atrás para evitar malos ratos.