sábado, 3 de agosto de 2013

Tailandia, el país de la sonrisa (Parte 2)

La primera y breve etapa de adaptación había sido superada con éxito y armamos las mochilas para partir rumbo a Chiang Mai. Optamos por la vía aérea, a pesar de que muchos viajeros optan por el tren que une el centro y norte de Tailandia, pero sinceramente 17 horas sobre vías no es lo que tenía en mente luego de haber volado durante 30, solo dos días antes.

Nos dirigimos hacia el aeropuerto Don Mueang en las afueras de Bangkok, este era el antiguo aeropuerto internacional que en la actualidad es operado únicamente por aerolíneas low cost. Optamos por un vuelo de la compañía AirAsia (sacando que volaba, no tenía nada parecido a un vuelo al no contar con refrigerio, asientos reclinables y ni siquiera un vaso de agua) que, por algo así como 80 dólares, nos llevó hasta la que tal vez sea la ciudad más hermosa del país.

CHIANG MAI, LA CAPITAL CULTURAL
Chiang Mai, es un lugar asombroso desde que uno pisa sus calles por donde corre una fresca brisa, donde pareciera haber menos ruido, smog y descontrol. Un lugar en el cual los viajeros descubren la verdadera Tailandia, su gente, sus pequeños Sois (callejones), su historia, sus templos y hasta su naturaleza, pudiendo compartir experiencias inolvidables con tigres y elefantes.  Por supuesto que es uno de los destinos predilectos para los viajeros pero muy lejos está de esa atmósfera de descontrol vivida en la capital. Es así que pareciera comenzar otro viaje al arribar a este maravilloso lugar.

La ciudad es la más grande y significativa culturalmente del norte de Tailandia, y la mayoría de los lugares de interés para los extranjeros se encuentran en la ciudad antigua la cual esta se encuentra rodeada por cuatro grandes murallas que la delimitan. En esta zona y sus alrededores se encuentran los lugares de mayor interés para los visitantes.

Arribamos por la noche y nos dirigimos en Tuk Tuk (mototaxi) hacia nuestro hostel, el T-Room Guest House ubicado en un pequeño callejón, por lo dimos muchas vueltas antes de ubicarlo. Como puede ocurrir en una cultura tan relajada (filosofía Mai Pen Rai) llegamos y nadie se encontraba en la recepción, pero por suerte muy amablemente el dueño de un bar contiguo llamó a los dueños para que vinieran a recibirnos. Salimos a comer y recorrer las calles sin rumbo hasta que encontramos una serie de puestos de comida callejera adonde servían camarones fritos y sopa con Won Ton (Intenten comer sopa de fideos con palillos chinos, todo un desafío).

Nos levantamos temprano en nuestro primer día y fuimos en busca de una bicicleta, una de las actividades que más les recomiendo  y que se puede hacer alquilando una en cualquier hostel, agencia de turismo o dónde encuentren por las calles. Chiang Mai es una ciudad ideal para recorrerla en este medio que te lleva a perderte en sus calles y a encontrar cada 200 mts. un templo diferente al que podés ingresar de manera gratuita y sin ni siquiera atar tu bicicleta. Es esos recintos uno puede observar a los monjes budistas en su vida cotidiana, cómo meditan, su relación con los animales y además de conversar con ellos, quienes son muy abiertos a explicarnos todo lo que no sabemos sobre su religión.

Entre los más destacados aparece el Wat Chedi Luang Buddha, que cuenta una enorme estructura construida en el año 1400 se posa sobre sus jardines, se dice que allí se alojó al Buda Esmeralda antes de un fuerte terremoto que obligó a mudar la imagen a Bangkok. En el mismo complejo se encuentran varios templos más para visitar.

La bicicleta te permite también visitar otros rincones del lugar, por suerte el calor aquí es mucho más tolerable y por la noche refresca mucho. Además, Tailandia cuenta con la cadena global de mini supermercados llamada 7eleven que durante las 24hs te venden bebida y comida a precios muy económicos y eso hace mucho más llevadero el paseo.

En la misma bicicleta nos dirigimos por la noche al Night Bazar, ubicado a pocas cuadras de la ciudad amurallada. Ese enorme mercado callejero cuenta con infinidad de puestos que venden artesanías y falsificaciones (muy reales por suerte), pero que además cuenta con sectores especiales para degustar distintas comidas, desde lo más fresco del mar a lo más exótico de la comida musulmana. Además del Bazar nocturno existen otros entretenimientos nocturnos: Los Go Go bars, que se encuentran en todas las grandes ciudades de Tailandia con turistas europeos, mayores y con un buena barriga, que son escoltados por jóvenes mujeres Thais. Pero también hay entretenimiento normal para un joven viajero, con discotecas y bares. Nosotros pudimos conocer el Reggae Bar, tras muchas vueltas en bicicleta por la ciudad arribamos a una especie de callejón sin salida repleto de bares con música a todo volumen adonde sonaba el más puro reggaetón como si estuviéramos en Sudamérica pero que contaba con una excelente atmósfera de estudiantes locales y mochileros.

Por último, existe una actividad que es la más importante en la vida de la ciudad y es conocida como el Night Market. Todos los domingos por la noche, casi media ciudad se convierte en un gran mercado callejero con absolutamente de todo, convirtiéndose el espacio ideal para las compras de artesanías y comida callejera. Con el mercado del domingo las calles de Chiang Mai se llenan de vida, artistas callejeros, templos iluminados y una mar de personas transitan las calles de una pequeña ciudad que parece no descansar nunca, una sana costumbre de la cultura Thai.

ENCUENTRO CERCANO CON LA NATURALEZA
Existen otras actividades muy interesantes para hacer en Chiang Mai fuera d
e pasearse por sus calles, que lo llevan a uno a experimentar un contacto con la naturaleza muy diferente. Una de ellas es la visita al “TigerKingdom”, un parque temático de estos grandes felinos que cuenta con la particularidad de ofrecerte una experiencia mucho más cercana de lo que jamás habrías soñado.Así tras elegir con que tigre de bengala te gustaría compartir un momento especial (suena a una locura, pero así es) ingresás a un espacio de juegos adonde varios animales te esperan ansiosos por interactuar. Por supuesto no podíamos elegir otro que no fuera el “Big Tiger”, un ejemplar de 270 kg. que junto a otros tres compañeros nos observaba al ingresar por la pequeña puerta.

Para serles sincero llegue con pocas expectativas imaginando animales bajo el efecto de drogas que los apaciguaran, sin embargo al llegar al lugar todos ellos se movían ágilmente, jugaban y saltaban adentro de piletones con agua. Esto dejó mi conciencia más tranquila pero no mis nervios. Poder acariciar, sostener una pata y recostarse sobre este maravilloso ejemplar es algo que jamás voy a olvidar en mi vida y desde mi punto vista es una experiencia que todos deberían probar.
Otra de las actividades outdoor y tal vez el principal motivo por el que los extranjeros se acercan a Chiang Mai es el trekking de dos días por las montañas de la región. Caminar por extensos campos arroceros en un paisaje tropical, montar elefantes, bañarse en maravillosas cascadas y convivir con comunidades locales se convierten en momentos para atesorar y es difícil parar de sacar fotografías. La empresa BMP Backpackers, cuyo tour habíamos reservado durante el "secuestro de Bangkok", nos paso a buscar temprano en la mañana con nuestro guía, Jay Jay, un joven y carismático Thai fue uno de los motivos para que este excursión se inolvidable. Nos subimos a una pick up con un grupo de franceses, una pareja de Finlandia y dos chicas alemanas que se transformarían en nuestros compañeros de la odisea asiática. Nos detuvimos en el camino en busca de provisiones en un mercado local para llegar a nuestra primera parada, el Elephant Camp. Allí, íbamos a tener la posibilidad de hacer un recorrido sobre el lomo de un elefante lo que se transformó en otra de las experiencias más maravillosas que me tocaron vivir, en un pequeño recorrido que implicaba subir una cuesta y pasar por un río pudimos apreciar la magnitud de este animal símbolo del reino de Tailandia y hasta alimentarlo con bananas para conseguir que siguiera avanzando.

Tras la primera actividad, la camioneta nos dejó a la vera de un río adonde comenzaba un sendero que se perdía entre los arboles de la montaña, lugar por donde haríamos trayectos del alrededor de 40 minutos a pie para parar a descansar de la altas temperaturas y refrescarnos en alguna cascada de una pequeña comunidad local. Todas las tribus de la montaña son muy amistosas con los visitantes, más allá de que en parte viven del turismo hay una amabilidad innata en todos sus habitantes.

Seguimos cuesta arriba hasta llegar a la pequeña aldea adonde pasaríamos la noche junto a una familia de la tribu “Karen”, que nos abrió las puertas de su hogar y nos agasajó con una gran cena a la luz de las velas, ya que el lugar no cuenta con energía eléctrica. En ese perdido lugar pudimos compartir grandes charlas con todos nuestros compañeros de viaje, intercambiar historias y experiencias con un grupo de gente que sin dudas hizo de esta actividad otro gran acierto del viaje. Por la noche la temperatura baja drásticamente por lo que es recomendable ducharse en la cascada antes de que caiga el sol para luego acomodarse en su bolsa de dormir en las pequeñas chozas para tratar de reponerse de un día agotador.

Al día siguiente amanecimos y tras disfrutar de un gran desayuno con café, tostadas y
frutas nos despedimos de la familia para continuar con la caminata, que tuvo que atravesar algunos pequeños focos de incendio que por la época del año son creados intencionalmente para acabar con la maleza. Descendimos de la montaña hasta llegar a una ruta dónde la pick up nos esperaba para llevarnos a nuestra última actividad, el Bamboo Rafting. Esto parecía algo bastante simple y aburrido al leer previamente en guías de viajero, pero al ser un día domingo el río por el que navegamos en las endebles balsas de caña de bamboo estaba repleto de locales lo que hizo de este paseo algo especial. Mucha gente saludando, jugando con agua, sacándonos fotos y hasta ayudándonos cuando alguien se estancaba en los rápidos del río hicieron de que esta sea otra experiencia para recomendar y de ser posible llevar una cámara acuática para registrar todo lo vivido.

Almorzamos todos juntos en un bar al lado del camino y brindamos por ese gran grupo que compartió momentos inolvidables durante dos días. Regresamos a la ciudad y nuestro guía Jay Jay nos invitó a que fueramos a ver un partido del club de fútbol profesional Chiang Mai F.C. Nos pasaros a buscar en motos y partimos rumbo al estadio aunque la suerte no nos acompañó ya que el juego había sido suspendido, así que aprovechamos para tomar algunos cervezas,  acompañadas de cerdo frito e intestinos, en un sports bar y allí pudimos conocer un poco más de la vida Thai, a partir de la anécdotas de Jay Jay y su primo (el que casi no hablaba inglés, pero tomaba cerveza como Hooligan del West Ham United).

Fueron días agotadores pero Chiang Mai nos brindó todo lo que estábamos buscando y se convirtió en la ciudad en que nos comenzamos a sentir parte de ese increíble país del Sudeste asiático, adonde comenzamos a comprender su cultura y como era su gente.

CHIANG RAI Y EL GOLDEN TRIANGLE (MAE HO SON)
Envueltos en un frenético ritmo preparamos nuestras mochilas para partir rumbo al norte para conocer nuestro próximo destino, la ciudad de Chiang Rai y el Mae Ho Son, la triple frontera entre Tailandia, Laos y Myanmar llamado el triangulo dorado por sus zonas francas llamadas “No men´s land”, adonde el consumo y el tráfico de opio es una actividad cotidiana. El gobierno de Tailandia asegura haber erradicado el cultivo del opio a partir de subsidios a la producción de arroz, sin embargo parece no ocurrir lo mismo en su vecino país de Myanmar (ex Birmania), inmerso en un permanente conflicto social entre una dictadura militar y la guerrilla que se financia con el narcotráfico.

Partimos en una minivan de B.M.P. Backpackers con un grupo de viajeros de distintas nacionalidades y tras un par de horas llegamos a nuestro primer destino: El Gran Templo Blanco de Chiang Rai. Sin dudas, el más impactante que tuve la oportunidad de visitar en todo el viaje, construido y donado por Chalermchai Kositpipa, un reconocido arquitecto y artista Thai se erige en medio de una gran plaza junto a la avenida principal. De características muy particulares, es visitado por miles de turistas a diario y cuenta con conceptos extraños como litografías vinculadas al mundo de hoy que hacen referencia a la guerra por el petróleo, al terrorismo, la evolución y hasta a los Angry Birds. En los jardines unos puede disfrutar de inmensas fuentes repletas de peces Koi, símbolos del Ying y el Yang y hasta pedir un deseo escribiendo en un pequeña lata que conforma unos grandes árboles de este material.

Tras visitar el famoso templo seguimos camino hacia el Mekong, uno de los ríos más grandes del mundo que nace en China y termina en Vietnam. Allí tomamos una pequeña barca que nos llevó a recorrer el Triángulo Dorado desde el agua hasta desembarcar por una hora en Don Xao, Laos. Por supuesto que sin visado (requisito excluyente para ingresar al país comunista) ya que es algo muy turístico y temporal, pero que te da un primer acercamiento a una cultura totalmente distinta como la Laosiana.

En la isla nos recibieron con la tradición local, un licor (whisky) macerado en distintos reptiles muertos como lagartos, tortugas y víboras. Tras un fuerte shot de whisky de cobra recorrimos el lugar, probamos por primera vez la Beer Lao una de las mejores de Asia, y nos pudimos sacar algunos fotos junto a la bandera del sol naciente.

Regresamos a tierra tailandesa y nos dirigimos a nuestra última actividad del día, una visita a la aldea de las mujeres cuello de jirafa. Esta es tal vez una de las cosas más impresionantes que uno pueda ver y a su vez de las más crueles, pero que no puede dejar de conocerse por más controversial que parezca.



Las mujeres de la tribu, proveniente de Birmania, tienen la costumbre ancestral de utilizar anillos de cobre en sus cuellos e ir agregando círculos a medida que va aumentando su edad. En la pequeña aldea estas mujeres tejen y confeccionan artesanías para vender a todos los visitantes. La leyenda cuenta que hace miles de años los hombres de la tribu Karen abandonaron sus hogares por algunos días y cuando regresaron una manada de tigres había atacado a todas las mujeres desangrándolas con ataques a sus cuellos, a partir de ahí los hombres de la tribu juraron nunca más permitirlo y comenzaron a colocar estos anillos de metal para proteger amadas cuando ellas salían a buscar comida. En la actualidad, hay quienes aseguran que la misma tribu quiere abandonar esta práctica nociva para la salud y que el mismo negocio turístico del estado presiona para evitarlo mientras que otros explican que es una costumbre ancestral y un medio de supervivencia ante la pobreza y la falta de oportunidades en otros ámbitos.

Regresamos a Chiang Rai y tras buscar un hostel salimos a conocer la ciudad de noche y por supuesto su Night Market. Este gran espacio al aire libre, que tiene gran actividad de lunes a lunes cuenta con todo tipo de comidas desde mariscos a gusanos fritos además de shows musicales en vivo frecuentemente interpretados por Ladyboys (Transexuales) quienes están muy incorporados a la vida cotidiana de los Tailandeses. Tras una buena comida y algunas cervezas para superar las altas temperaturas fuimos a descansar y alistar todo para abandonar Tailandia al día siguiente por el río Mekong, por donde navegaríamos durante dos días completos, con destino a la ciudad de Luang Para Bang en Laos.

Esta fue la segunda parte de mi viaje por Tailandia, país al que regresaría en una semana para disfrutar de las paradisiacas playas del sur entre ellas una de las más famosas del mundo, la isla de Ko Phi Phi. Mirá aquí la última entrega de este viaje por la maravillosa Tailandia, el país de la sonrisa. 

¿Ya leíste la primera parte del post? Hacé click aquí para descubrir Bangkok y Ayyuthaya, mis primeros destinos tras arribar al continente asiático.