domingo, 15 de septiembre de 2013

Tailandia, el país de la sonrisa (Parte 3)

Llegamos a la última y esperada parte de este relato de viajes. Tras arduas semanas de recorrer, viajar y experimentar, nos dirigimos a las playas del sur de Tailandia que decían ser unas de las más increíbles del planeta.

Luego de nuestro paso por el país vecino de Laos durante algunos días y una buena despedida nocturna en su capital Vientianne regresemos al país de la sonrisa con todas las expectativas de relajarnos en sus cristalinas aguas. Sin embargo, faltaba un largo trayecto ya que debíamos arribar al Aeropuerto Internacional Suvarnabhumi hacer migraciones y de alguna manera en 3 horas trasladarnos hasta el otro aeropuerto de Bangkok, Don Muang. La buena noticia es que Tailandia está tan preparada para recibir viajeros de todo el mundo que con sólo mostrar tu Boarding Pass el estado te provee de un transfer gratuito en bus.

PHUKET, PARADA “OBLIGADA”
Tras un largo y cansador día de viaje arribamos a Phuket, una enorme isla al sur del país que se convierte en
una parada obligada antes de viajar a las paradisiacas Islas de Ko Phi Phi. A Phuket arribábamos con un voucher de hotel y Ferry, producto de haber sido secuestrados por una agencia de turismo durante los primeros días del viaje, pero que hasta el momento habían cumplido con todas sus promesas. Nos alojamos una noche en el hotel AtHome 2 para partir hacia el muelle al día siguiente con destino a Phi Phi.

Al descender del avión uno ya percibe una gran diferencia con el resto de Tailandia y sobre todo con el norte del país. En primer lugar, existe una diferencia cultural importante y es que uno puede ver que muchos de los habitantes en esta zona son descendientes de hindúes o malayos, y además el Budismo deja de ser protagonista absoluto del paisaje para ceder espacio al Islam y al Hinduismo. Uno empieza a ver mujeres con sus cabezas cubiertas, tuk tuks y taxistas menos amistosos y más demandantes -si se puede decir así- y hasta eventualmente escuchar el llamado de alguna mezquita local por alto parlante. En segundo lugar, Phuket está invadido por turistas, en su mayoría proveniente de las frías tierras de Rusia que llegan a este paraíso asiático con muchos dólares y mucha prepotencia, pudiendo obtener absolutamente lo que deseen a cambio de dinero desde alquilar una motocicleta Ducati, disparar un ametralladora AK-47, sacarse fotos con un mono y cosas que, por buen gusto, evitaré enumerar.

Phuket es tal vez mucho peor que Bangkok -lo cual es bastante grave- en materia de prostitución, descontrol y oferta desmedida de drogas y otros entretenimientos prohibidos. El máximo exponente de lo que describo es el famoso Bangla Rd, una extensa y ancha calle repleta de bares sin puertas con mesas que dan al exterior. La particularidad es que sobre las mesas bailan mujeres semidesnudas, que piden dinero a cambio de sexo y que acosan a cualquiera que transite con bermudas y look no oriental. Al mismo tiempo juegan inocentes juegos, como el del martillo y el clavo, con señores barrigones muy jocosos. Otra particularidad de Phuket es la innumerable e indistinguible cantidad de ladyboys (transexuales) que caminan por sus calles, mucho cuidado para aquellos que tomen un poco de más ya que es muy fácil confundirse en la noche. Las tiendas de masajes son otro clásico del lugar, de día parecen pequeños centros de estética pero de noche las masajitas comienzan a presentarse de otra manera y ofrecen a los gritos “masajes con final feliz”.

Sacando el entretenimiento nocturno Phuket cuenta con hermosas playas para disfrutar durante el día. Tal vez la más popular sea Patong Beach, pero su cercanía a Bangla Rd. la convierte en un lugar excesivamente poblado y sucio. Sin embargo, existen otras alternativas como Karon Beach, a la que se accede tomando una moto taxi que, con regateo incluído, te llevará por algo así como 100 bahts. 

Los precios en Phuket son extremadamente altos, nada es accesible por lo que el lugar invita a huir lo antes posible para quienes viajamos con un presupuesto apretado. Lamentablemente, mi compañero de viaje había sufrido un accidente importante en un falange de su mano derecha es su paso por Laos, esta situación nos obligó a pasar más de una día en este lugar y conocer dos hospitales pero a esta anécdota la dejaré para cuando escriba el relato de viajes sobre Laos.

KO PHI PHI, “LA PLAYA”
Las islas de Ko Phi Phi, la grande Ko Phi Phi Don (Ver mapa) y la pequeña Ko Phi Phi Lee, son conocidas en todo el mundo como un paraíso terrenal. Al punto que el Director de cine Danny Boyle decidió homenajear a este lugar en la película la playa que tiene a Leonardo Di Caprio como protagonista, el film trata de un joven viajero que encuentra el lugar perfecto en el mundo en lo que hoy se conoce como Maya Bay adonde convive con un grupo de jóvenes de todo el planeta en una comunidad única en su tipo.


Al margen de la película, Phi Phi es realmente un paraíso. Cabe aclarar que repleto de turistas, en su gran mayoría australianos y escandinavos, algo que ya se podía percibir al momento de abordar el Ferry en Phuket ya que no había muchos Thais rumbo a las islas. La atmósfera de las islas del sur de Tailandia es de fiesta y con un target de entre 19 y 25 años, con salidas nocturnas similares al Spring Break americano. Para serles sincero tras viajar tantos días y de manera tan frenética tal vez no sea el lugar ideal para descansar, existen opciones más acordes para quienes busquen paz como la isla de Ko Lanta, de menos renombre pero aparentemente igual de fantástica a nivel geográfico.

Sin embargo Phi Phi no llega a convertirse en el gran descontrol que es la otra costa opuesta al Mar de Andaman, con las islas de Ko Samui y la célebre Ko Phangan, anfitriona de la Full Moon Party tal vez una de las juergas más grandes que existan en una playa.

Ko Phi Phi combina la tranquilidad durante el día y la locura durante la noche, por suerte como los jóvenes europeos cometen excesos en demasía uno no encuentra playas repletas de personas durante el día. Yo les recomiendo Long Beach, a 40 minutos aproximadamente del centro del pueblo y que tal vez sea el lugar más tranquilo para relajarse y disfrutar de un excelente día de playa.

Por las noches se comienza por caminar por sus estrechas calles, salir a comer algo en los distintos restaurantes o puestos de comida callejera, tomar alguna cerveza y pasar por el Slinky Bar por las noches para disfrutar de una fiesta adonde podés saltar una soga con fuego o atravesar aros en plena en la plena combustión al ritmo de una música electrónica a todo volumen. En la playa es muy común disfrutar de esta fiesta acompañándolo de Buckets (pequeños baldes de juegos de arena para niños, pero repletos con vodka, ron, red bull y gaseosa) o inclusive hasta el “Gas de la risa”, en un pequeño puesto que vende globos rellenos de helio para el entretenimiento de los turistas. Como les describía más arriba, el entretenimiento se engloba dentro del estereotipo anglosajón con mucha bebida y juegos que pueden hacer que uno termine en el hospital por distintas causas.

La vida en Phi Phi se vive sin preocupaciones. La actividad comienza muy temprano por las mañanas y termina tarde por las noches, desde mercados de comidas hasta locales de tatuajes al estilo Thai, con caña de bamboo se encuentran abiertos para satisfacer las necesidades de los clientes. Tal vez una de las pocas actividades que requieran de cierta planificación sean los tours que salen desde la Isla principal.

Nosotros optamos por una de las más simples, visitar Phi Phi Lee, Maya Bay y Monkey Beach. Desde el muelle principal partimos en un Longtail Boat -el típico barco Thai, de madera y con flores, que es la embarcación básica que utilizan los pescadores de la zona- con otro grupos de personas. En un día de un mar bastante movido cruzamos hacia el otro extremo para pasar por las cuevas de los piratas de Andaman, cuya principal actividad consiste en recolectar nidos de golondrina. Este producto es muy cotizado en el mercado asiático de manera que los piratas llegan a defender el botín a punta de pistola. Continuamos nuestro recorrido para parar en un arrecife de coral, de allí saltar al agua y disfrutar de las maravillas de un mar cristalino y lleno de riquezas.

Finalmente llegamos a Maya Bay, ingresando por el otro extremo no por la misma playa. Esto implicó saltar al agua en medio de corales que hacían difícil llegar hasta una escalera que permitía subir un pequeño acantilado. Tras este pequeño escollo caminamos por el ingreso al parque nacional, desde allí caminamos pocos metros por un sendero repleto de vegetación y, por el mismo lugar que accediera Di Caprio en la película, salimos a la tan esperada playa. Geográficamente impactante, Maya Bay es tal vez uno de los lugares más mágicos de la tierra. Turísticamente abusada, no hay casi espacio para relajarse ya que está repleta de embarcaciones ancladas en sus playas con guías gritando los nombres de la agencia terminan de tirar la ilusión por el piso.

Abandonamos la isla y volvimos a cruzar hacia la isla mayor adonde nos esperaba Monkey Beach. Esta pequeña playa se encuentra repleta de monos, como el resto de la isla pero aquí están de manera permanente esperando que los visitantes les lleven frutas para disfrutar. Los pequeños son bastante agresivos, así que recomiendo no acercarse mucho para tomarse fotografías y mucho menos osar agarrarlos.

Esta excursión es algo que ningún visitante puede dejar de hacer y considerando que todo cuesta 400 Baht por persona con almuerzo incluido, sin dudas sería una pena obviarlo. Además se pueden hacer tours de pesca, Cliff jumping, snorkeling nocturno en zonas de plancton y hasta dormir en un embarcación para disfrutar del atardecer en Maya Bay que deja de recibir tours de un día a las 17 hs.

Un dato importante que no mencione es que tanto Phuket como Ko Phi Phi fueron azotadas por el Tsunami de 2004 con más de 220.000 víctimas en toda la región. De manera que es muy común observar que Tailandia, a diferencia de aquel momento, cuenta con un plan de escape ante una alerta de Tsunami con rutas delimitadas y procedimientos a seguir.

Tras disfrutar del relax y sin pensar tanto en que hacer al día siguiente disfrutamos de nuestros últimos días en el continente asiático, un lugar de la tierra fascinante y que sin dudas me gustaría volver a visitar para conocer países como Vietnam, Malasia, Signapur, Indonesia y tal vez China, por qué no.

Regresamos rumbo a Bangkok para aclimatarnos previo a nuestro regreso de más de 30 hs. en avión y allí pudimos recapitular todo lo que habíamos vivido. Conocimos una nueva cultura, totalmente diferente a lo que los occidentales transitamos y luego de 24 días comenzamos a comprender la razón por la cual los asiáticos encaran sus vidas de una manera muy diferente y tal vez más razonable que nosotros; encontramos sociedades que nos recibieron con los brazos abiertos, que siempre se mostraron amables y felices de que visitáramos sus tierras; tuvimos que superar obstáculos importantes con situaciones extremas en un país en el que “nadie te entiende” y menos siendo un argentino; pudimos observar y fotografiar paisajes y momentos únicos e irrepetibles que quedarán en nuestras mentes para siempre.

Encontrá el relato completo del viaje haciendo click aquí para ver la primera parte de Tailandia, el país de la sonrisa.

Creo que este es el post de viajes más largo que me ha tocado escribir hasta la fecha, tal vez acorde al viaje más importante de mi vida como mochilero y mi reflexión es que viajar nunca dejará de ser una meta para mí. Los viajes te enriquecen como persona, te enseñan y te permiten pararte de manera diferente ante la vida sea cual sea el lugar adonde residas. ¿Giramundo se nace? Yo creo que no, que por el contrario se hace y la clave está en animarse a salir de nuestras pequeñas burbujas cotidianas para descubrir que existen otras realidades y otras historias más allá de la rutina. ¡Hasta la próxima!.

sábado, 3 de agosto de 2013

Tailandia, el país de la sonrisa (Parte 2)

La primera y breve etapa de adaptación había sido superada con éxito y armamos las mochilas para partir rumbo a Chiang Mai. Optamos por la vía aérea, a pesar de que muchos viajeros optan por el tren que une el centro y norte de Tailandia, pero sinceramente 17 horas sobre vías no es lo que tenía en mente luego de haber volado durante 30, solo dos días antes.

Nos dirigimos hacia el aeropuerto Don Mueang en las afueras de Bangkok, este era el antiguo aeropuerto internacional que en la actualidad es operado únicamente por aerolíneas low cost. Optamos por un vuelo de la compañía AirAsia (sacando que volaba, no tenía nada parecido a un vuelo al no contar con refrigerio, asientos reclinables y ni siquiera un vaso de agua) que, por algo así como 80 dólares, nos llevó hasta la que tal vez sea la ciudad más hermosa del país.

CHIANG MAI, LA CAPITAL CULTURAL
Chiang Mai, es un lugar asombroso desde que uno pisa sus calles por donde corre una fresca brisa, donde pareciera haber menos ruido, smog y descontrol. Un lugar en el cual los viajeros descubren la verdadera Tailandia, su gente, sus pequeños Sois (callejones), su historia, sus templos y hasta su naturaleza, pudiendo compartir experiencias inolvidables con tigres y elefantes.  Por supuesto que es uno de los destinos predilectos para los viajeros pero muy lejos está de esa atmósfera de descontrol vivida en la capital. Es así que pareciera comenzar otro viaje al arribar a este maravilloso lugar.

La ciudad es la más grande y significativa culturalmente del norte de Tailandia, y la mayoría de los lugares de interés para los extranjeros se encuentran en la ciudad antigua la cual esta se encuentra rodeada por cuatro grandes murallas que la delimitan. En esta zona y sus alrededores se encuentran los lugares de mayor interés para los visitantes.

Arribamos por la noche y nos dirigimos en Tuk Tuk (mototaxi) hacia nuestro hostel, el T-Room Guest House ubicado en un pequeño callejón, por lo dimos muchas vueltas antes de ubicarlo. Como puede ocurrir en una cultura tan relajada (filosofía Mai Pen Rai) llegamos y nadie se encontraba en la recepción, pero por suerte muy amablemente el dueño de un bar contiguo llamó a los dueños para que vinieran a recibirnos. Salimos a comer y recorrer las calles sin rumbo hasta que encontramos una serie de puestos de comida callejera adonde servían camarones fritos y sopa con Won Ton (Intenten comer sopa de fideos con palillos chinos, todo un desafío).

Nos levantamos temprano en nuestro primer día y fuimos en busca de una bicicleta, una de las actividades que más les recomiendo  y que se puede hacer alquilando una en cualquier hostel, agencia de turismo o dónde encuentren por las calles. Chiang Mai es una ciudad ideal para recorrerla en este medio que te lleva a perderte en sus calles y a encontrar cada 200 mts. un templo diferente al que podés ingresar de manera gratuita y sin ni siquiera atar tu bicicleta. Es esos recintos uno puede observar a los monjes budistas en su vida cotidiana, cómo meditan, su relación con los animales y además de conversar con ellos, quienes son muy abiertos a explicarnos todo lo que no sabemos sobre su religión.

Entre los más destacados aparece el Wat Chedi Luang Buddha, que cuenta una enorme estructura construida en el año 1400 se posa sobre sus jardines, se dice que allí se alojó al Buda Esmeralda antes de un fuerte terremoto que obligó a mudar la imagen a Bangkok. En el mismo complejo se encuentran varios templos más para visitar.

La bicicleta te permite también visitar otros rincones del lugar, por suerte el calor aquí es mucho más tolerable y por la noche refresca mucho. Además, Tailandia cuenta con la cadena global de mini supermercados llamada 7eleven que durante las 24hs te venden bebida y comida a precios muy económicos y eso hace mucho más llevadero el paseo.

En la misma bicicleta nos dirigimos por la noche al Night Bazar, ubicado a pocas cuadras de la ciudad amurallada. Ese enorme mercado callejero cuenta con infinidad de puestos que venden artesanías y falsificaciones (muy reales por suerte), pero que además cuenta con sectores especiales para degustar distintas comidas, desde lo más fresco del mar a lo más exótico de la comida musulmana. Además del Bazar nocturno existen otros entretenimientos nocturnos: Los Go Go bars, que se encuentran en todas las grandes ciudades de Tailandia con turistas europeos, mayores y con un buena barriga, que son escoltados por jóvenes mujeres Thais. Pero también hay entretenimiento normal para un joven viajero, con discotecas y bares. Nosotros pudimos conocer el Reggae Bar, tras muchas vueltas en bicicleta por la ciudad arribamos a una especie de callejón sin salida repleto de bares con música a todo volumen adonde sonaba el más puro reggaetón como si estuviéramos en Sudamérica pero que contaba con una excelente atmósfera de estudiantes locales y mochileros.

Por último, existe una actividad que es la más importante en la vida de la ciudad y es conocida como el Night Market. Todos los domingos por la noche, casi media ciudad se convierte en un gran mercado callejero con absolutamente de todo, convirtiéndose el espacio ideal para las compras de artesanías y comida callejera. Con el mercado del domingo las calles de Chiang Mai se llenan de vida, artistas callejeros, templos iluminados y una mar de personas transitan las calles de una pequeña ciudad que parece no descansar nunca, una sana costumbre de la cultura Thai.

ENCUENTRO CERCANO CON LA NATURALEZA
Existen otras actividades muy interesantes para hacer en Chiang Mai fuera d
e pasearse por sus calles, que lo llevan a uno a experimentar un contacto con la naturaleza muy diferente. Una de ellas es la visita al “TigerKingdom”, un parque temático de estos grandes felinos que cuenta con la particularidad de ofrecerte una experiencia mucho más cercana de lo que jamás habrías soñado.Así tras elegir con que tigre de bengala te gustaría compartir un momento especial (suena a una locura, pero así es) ingresás a un espacio de juegos adonde varios animales te esperan ansiosos por interactuar. Por supuesto no podíamos elegir otro que no fuera el “Big Tiger”, un ejemplar de 270 kg. que junto a otros tres compañeros nos observaba al ingresar por la pequeña puerta.

Para serles sincero llegue con pocas expectativas imaginando animales bajo el efecto de drogas que los apaciguaran, sin embargo al llegar al lugar todos ellos se movían ágilmente, jugaban y saltaban adentro de piletones con agua. Esto dejó mi conciencia más tranquila pero no mis nervios. Poder acariciar, sostener una pata y recostarse sobre este maravilloso ejemplar es algo que jamás voy a olvidar en mi vida y desde mi punto vista es una experiencia que todos deberían probar.
Otra de las actividades outdoor y tal vez el principal motivo por el que los extranjeros se acercan a Chiang Mai es el trekking de dos días por las montañas de la región. Caminar por extensos campos arroceros en un paisaje tropical, montar elefantes, bañarse en maravillosas cascadas y convivir con comunidades locales se convierten en momentos para atesorar y es difícil parar de sacar fotografías. La empresa BMP Backpackers, cuyo tour habíamos reservado durante el "secuestro de Bangkok", nos paso a buscar temprano en la mañana con nuestro guía, Jay Jay, un joven y carismático Thai fue uno de los motivos para que este excursión se inolvidable. Nos subimos a una pick up con un grupo de franceses, una pareja de Finlandia y dos chicas alemanas que se transformarían en nuestros compañeros de la odisea asiática. Nos detuvimos en el camino en busca de provisiones en un mercado local para llegar a nuestra primera parada, el Elephant Camp. Allí, íbamos a tener la posibilidad de hacer un recorrido sobre el lomo de un elefante lo que se transformó en otra de las experiencias más maravillosas que me tocaron vivir, en un pequeño recorrido que implicaba subir una cuesta y pasar por un río pudimos apreciar la magnitud de este animal símbolo del reino de Tailandia y hasta alimentarlo con bananas para conseguir que siguiera avanzando.

Tras la primera actividad, la camioneta nos dejó a la vera de un río adonde comenzaba un sendero que se perdía entre los arboles de la montaña, lugar por donde haríamos trayectos del alrededor de 40 minutos a pie para parar a descansar de la altas temperaturas y refrescarnos en alguna cascada de una pequeña comunidad local. Todas las tribus de la montaña son muy amistosas con los visitantes, más allá de que en parte viven del turismo hay una amabilidad innata en todos sus habitantes.

Seguimos cuesta arriba hasta llegar a la pequeña aldea adonde pasaríamos la noche junto a una familia de la tribu “Karen”, que nos abrió las puertas de su hogar y nos agasajó con una gran cena a la luz de las velas, ya que el lugar no cuenta con energía eléctrica. En ese perdido lugar pudimos compartir grandes charlas con todos nuestros compañeros de viaje, intercambiar historias y experiencias con un grupo de gente que sin dudas hizo de esta actividad otro gran acierto del viaje. Por la noche la temperatura baja drásticamente por lo que es recomendable ducharse en la cascada antes de que caiga el sol para luego acomodarse en su bolsa de dormir en las pequeñas chozas para tratar de reponerse de un día agotador.

Al día siguiente amanecimos y tras disfrutar de un gran desayuno con café, tostadas y
frutas nos despedimos de la familia para continuar con la caminata, que tuvo que atravesar algunos pequeños focos de incendio que por la época del año son creados intencionalmente para acabar con la maleza. Descendimos de la montaña hasta llegar a una ruta dónde la pick up nos esperaba para llevarnos a nuestra última actividad, el Bamboo Rafting. Esto parecía algo bastante simple y aburrido al leer previamente en guías de viajero, pero al ser un día domingo el río por el que navegamos en las endebles balsas de caña de bamboo estaba repleto de locales lo que hizo de este paseo algo especial. Mucha gente saludando, jugando con agua, sacándonos fotos y hasta ayudándonos cuando alguien se estancaba en los rápidos del río hicieron de que esta sea otra experiencia para recomendar y de ser posible llevar una cámara acuática para registrar todo lo vivido.

Almorzamos todos juntos en un bar al lado del camino y brindamos por ese gran grupo que compartió momentos inolvidables durante dos días. Regresamos a la ciudad y nuestro guía Jay Jay nos invitó a que fueramos a ver un partido del club de fútbol profesional Chiang Mai F.C. Nos pasaros a buscar en motos y partimos rumbo al estadio aunque la suerte no nos acompañó ya que el juego había sido suspendido, así que aprovechamos para tomar algunos cervezas,  acompañadas de cerdo frito e intestinos, en un sports bar y allí pudimos conocer un poco más de la vida Thai, a partir de la anécdotas de Jay Jay y su primo (el que casi no hablaba inglés, pero tomaba cerveza como Hooligan del West Ham United).

Fueron días agotadores pero Chiang Mai nos brindó todo lo que estábamos buscando y se convirtió en la ciudad en que nos comenzamos a sentir parte de ese increíble país del Sudeste asiático, adonde comenzamos a comprender su cultura y como era su gente.

CHIANG RAI Y EL GOLDEN TRIANGLE (MAE HO SON)
Envueltos en un frenético ritmo preparamos nuestras mochilas para partir rumbo al norte para conocer nuestro próximo destino, la ciudad de Chiang Rai y el Mae Ho Son, la triple frontera entre Tailandia, Laos y Myanmar llamado el triangulo dorado por sus zonas francas llamadas “No men´s land”, adonde el consumo y el tráfico de opio es una actividad cotidiana. El gobierno de Tailandia asegura haber erradicado el cultivo del opio a partir de subsidios a la producción de arroz, sin embargo parece no ocurrir lo mismo en su vecino país de Myanmar (ex Birmania), inmerso en un permanente conflicto social entre una dictadura militar y la guerrilla que se financia con el narcotráfico.

Partimos en una minivan de B.M.P. Backpackers con un grupo de viajeros de distintas nacionalidades y tras un par de horas llegamos a nuestro primer destino: El Gran Templo Blanco de Chiang Rai. Sin dudas, el más impactante que tuve la oportunidad de visitar en todo el viaje, construido y donado por Chalermchai Kositpipa, un reconocido arquitecto y artista Thai se erige en medio de una gran plaza junto a la avenida principal. De características muy particulares, es visitado por miles de turistas a diario y cuenta con conceptos extraños como litografías vinculadas al mundo de hoy que hacen referencia a la guerra por el petróleo, al terrorismo, la evolución y hasta a los Angry Birds. En los jardines unos puede disfrutar de inmensas fuentes repletas de peces Koi, símbolos del Ying y el Yang y hasta pedir un deseo escribiendo en un pequeña lata que conforma unos grandes árboles de este material.

Tras visitar el famoso templo seguimos camino hacia el Mekong, uno de los ríos más grandes del mundo que nace en China y termina en Vietnam. Allí tomamos una pequeña barca que nos llevó a recorrer el Triángulo Dorado desde el agua hasta desembarcar por una hora en Don Xao, Laos. Por supuesto que sin visado (requisito excluyente para ingresar al país comunista) ya que es algo muy turístico y temporal, pero que te da un primer acercamiento a una cultura totalmente distinta como la Laosiana.

En la isla nos recibieron con la tradición local, un licor (whisky) macerado en distintos reptiles muertos como lagartos, tortugas y víboras. Tras un fuerte shot de whisky de cobra recorrimos el lugar, probamos por primera vez la Beer Lao una de las mejores de Asia, y nos pudimos sacar algunos fotos junto a la bandera del sol naciente.

Regresamos a tierra tailandesa y nos dirigimos a nuestra última actividad del día, una visita a la aldea de las mujeres cuello de jirafa. Esta es tal vez una de las cosas más impresionantes que uno pueda ver y a su vez de las más crueles, pero que no puede dejar de conocerse por más controversial que parezca.



Las mujeres de la tribu, proveniente de Birmania, tienen la costumbre ancestral de utilizar anillos de cobre en sus cuellos e ir agregando círculos a medida que va aumentando su edad. En la pequeña aldea estas mujeres tejen y confeccionan artesanías para vender a todos los visitantes. La leyenda cuenta que hace miles de años los hombres de la tribu Karen abandonaron sus hogares por algunos días y cuando regresaron una manada de tigres había atacado a todas las mujeres desangrándolas con ataques a sus cuellos, a partir de ahí los hombres de la tribu juraron nunca más permitirlo y comenzaron a colocar estos anillos de metal para proteger amadas cuando ellas salían a buscar comida. En la actualidad, hay quienes aseguran que la misma tribu quiere abandonar esta práctica nociva para la salud y que el mismo negocio turístico del estado presiona para evitarlo mientras que otros explican que es una costumbre ancestral y un medio de supervivencia ante la pobreza y la falta de oportunidades en otros ámbitos.

Regresamos a Chiang Rai y tras buscar un hostel salimos a conocer la ciudad de noche y por supuesto su Night Market. Este gran espacio al aire libre, que tiene gran actividad de lunes a lunes cuenta con todo tipo de comidas desde mariscos a gusanos fritos además de shows musicales en vivo frecuentemente interpretados por Ladyboys (Transexuales) quienes están muy incorporados a la vida cotidiana de los Tailandeses. Tras una buena comida y algunas cervezas para superar las altas temperaturas fuimos a descansar y alistar todo para abandonar Tailandia al día siguiente por el río Mekong, por donde navegaríamos durante dos días completos, con destino a la ciudad de Luang Para Bang en Laos.

Esta fue la segunda parte de mi viaje por Tailandia, país al que regresaría en una semana para disfrutar de las paradisiacas playas del sur entre ellas una de las más famosas del mundo, la isla de Ko Phi Phi. Mirá aquí la última entrega de este viaje por la maravillosa Tailandia, el país de la sonrisa. 

¿Ya leíste la primera parte del post? Hacé click aquí para descubrir Bangkok y Ayyuthaya, mis primeros destinos tras arribar al continente asiático.

sábado, 20 de julio de 2013

Tailandia, el país de la sonrisa (Parte 1)

Una de las aventuras menos esperadas se presentó hace un par de meses sin jamás haber soñado hacer un viaje así en este momento de mi vida, ya sea por los tiempos, por la planificación o por simplemente seguir postergando cosas. El título de este post va más allá de una descripción mundialmente conocida, es que además de esa permanente expresión en los rostros de los habitantes de Tailandia y el sólo hecho de ponerme a recordar anécdotas e imágenes de este increíble lugar me dibuja una gran sonrisa en mi rostro dejando atrás todos aquellos problemas que hoy pudiera tener en mi vida cotidiana.
Comenzaba 2013, un año largo ya pesaba sobre mis hombros y la maravillosa palabra “vacaciones” comenzaba a rebotar en mi cabeza. Pero, ¿hacia dónde partir?. La playa, el sol y el mar suenan tentadores pero siempre falta algo si dejamos de lado la cultura, las costumbres y las rutas de un nuevo lugar que vamos a conocer. Tras evaluar en primera instancia un viaje a México, a la Rivera Maya, decidimos descartarlo debido al altísimo precio del aéreo de LAN. Fue así que tras haber mantenido una conversación con mi compañero meses atrás sobre Asia, los viajeros que van a India y al resto de los países del Sudeste nos preguntamos, ¿Y por qué no viajar ahora?.

Oportunamente, AirFrance lanzó una promoción Buenos Aires – Bangkok y lo interpretamos como una señal. De esta manera, nos embarcamos en un viaje inolvidable y que todo mochilero debería hacer una vez en su vida. Es importante una buena preparación antes de viajar: vacunas, remedios y mucha lectura e información (Quisiera agradecer a Pol, del blog MundoNómada, quien fue de gran ayuda para organizar este viaje).

Partí rumbo a París por AirFrance con sensaciones encontradas, ya que jamás había conocido Europa y es un gran sueño pendiente, pero en esta oportunidad me tendría que conformar con mirar la emblemática ciudad desde los cielos. El Charles deGaulle es impactante, cuenta con trenes internos entre terminales, orden y seriedad en todos sus operadores. Luego de una breve escala y tras de casi 12 horas de viaje volvíamos a subirnos a la aeronave rumbo a Bangkok, la primera parada de la experiencia asiática.

BANGKOK, LA CIUDAD DEL PECADO

“Bangkok, uffffffffff”, esa es la primera expresión que sale de la boca de cualquier viajero que arriba a una de las ciudades más importantes de la región como Bangkok y que sirve de escala para casi cualquier destino del Sudeste asiático. Arribamos a las 6 30 am. y el impacto fue tremendo. Casi 29 de grados de calor envolvían al Aeropuerto Internacional Suvarnabhumi, sumado a infinidad de personas de distintas razas, religiones y costumbres que transitan pasarelas automáticas para recorrer enormes distancias hacia el baggage claim y las respectivas aduanas. Por suerte, no se debe tramitar visa para viajar desde Argentina sin embargo si es necesario presentar el carnet de vacunación de la fiebre amarilla, ya que Sudamérica es considerada en su mayoría como zona endémica.

Tras hacer todo lo requerido por las autoridades aeroportuarias, quienes son muy amistosos y serviciales como la mayoría de los Thais, nos dirigimos hasta la estación interna del Skytrain (ver mapa aquí) que te lleva hasta el centro de la capital de Tailandia desde donde en Taxi arribaríamos a la calle más famosa del mundo entre los mochileros, Khao San Road.

A pocos metros de Khao San se encuentra la calle Rambuttri que cuenta con unos de los mejores lugares en los que me alojado como mochilero, el Rambuttri Village Inn, uno de los pocos hoteles en la zona que cuenta con piscina en la terraza (algo que con las altísimas temperaturas de Bangkok se transforma en indispensable, junto al aire acondicionado).

 Tras una frenética llegada nos dirigimos a conocer un poco los lugares más emblemáticos de Bangkok, así que empezamos a caminar hacia la orilla del río Chao Phraya que atraviesa la ciudad de allí pasando por el museo nacional y el gran parque Sanam Luang hasta llegar al Gran Palacio. Este complejo de edificios, que sirvió como residencia oficial del rey de Tailandia desde el siglo XVIII hasta mediados del siglo XX, es una visita obligada para cualquier viajero que pase por Bangkok. Además de ser un lugar increíble desde el punto de vista arquitectónico con obras como el Chakri Mahaprasad Hall, cuenta con el Wat Phra Kaew alberga la figura del Buda Esmeralda la imagen de buda más sagrada y venerada del país. La entrada al Gran Palacio es la más cara de todas las que pagaran en Tailandia, pero es un lugar único y bien vale la pena el esfuerzo.

Un consejo para aquellos que nunca viajaron a la región, en la temporada seca de Tailandia el calor puede ser muy complicado, por lo tanto deberán tomar los recaudos necesarios en cuanto a los horarios, hidratación y caminatas. Además, por una cuestión cultural y de respeto no se permite la entrada en shorts o musculosas a los templos por lo que siempre se debe llevar una pequeña muda en la mochila además de la cámara de fotos. Tanta caminata y horas vuelo nos llevaron a un descanso obligado para prepararnos para la noche.

Cuando hablamos de ciudad del pecado se debe a que por las noches Bangkok parece ofrecerle al turista extranjero un menú para elegir de que manera morir, pero de fiesta. Tal como lo muestra la película “Qué paso ayer? 2”, la noche Thai puede ser muy descontrolada si uno no pone límites, desde los Tuk Tuk´s (mototaxis) que ofrecen drogas en las esquinas, pasando por jóvenes con menús de shows de sexo acompañados por un descriptivo sonido emitido con la boca que emula el Ping Pong Show, algo que elegí no ver pero que se imaginan que puede salir del mix de una señorita de la noche y una pelota de ping pong.
Khao San Road de noche se transforma en verdadero caos, como lo es Tailandia durante el día. Un espacio lleno de vida, música a todo volumen, puestos de ropa falsificada y souvenirs, stands de comidas orientales y las famosas bandejas de insectos comestibles que incluyen una variedad de escorpiones, cucarachas, gusanos y otras delicatessen.  A medida que avanza el reloj la cosa se descontrola aún más y empiezan a aparecer cada vez más cerveza, las discos que se encuentran en pequeños callejones comienzan a tomar color y la fiesta se empieza a armar en las calles. Bangkok no duerme, esto ocurre todos los días de la semana y hasta altas horas de la madrugada cuando la Policía local cierra los festejos.
 
Ahora, si buscas algo más tranquilo se puede disfrutar de unos buenos cócteles y una Shisha de tabaco frutado muy bien preparada por los birmanos de la calle Rambuttri. Allí, la brisa es más fresca, la música más tranquila y la atmósfera más alejada de europeos veinteañeros. Otra de las actividades nocturnas más destacadas es la visita a los “roof top bars”, ubicados en los edificios más altos de la ciudad Ver Los 6 mejores bares y restaurantes con vistas de Bangkok. Les recomiendo el Vertigo, en el Hotel Banyan Tree para disfrutar de un mojito con las mejores vistas del lugar.
Otro paseo imperdible es conocer los barrios típicos de la ciudad. Tras un segundo día muy movido, de muchas horas de caminata y calor insoportable tomamos un taxi hacia Chinatown, el famoso barrio chino de la ciudad ideal para degustar platos en puestos callejeros. El sólo hecho de ver el comportamiento de los chinos empieza a darnos pautas de que a pesar de que para los occidentales sean todos iguales, los asiáticos son muy diferentes entre sí. El caminar por sus estrechas calles, con olores, sonidos y luces de todo tipo, es un estimulo a todo tipo de sensaciones; ver los platos que se ofrecen en los locales como sopas de aleta de tiburón, de nido de golondrina o los snacks elaborados a base de hipocampos te hace sentir muy lejos de casa.
Por otro lado, a todo viajero le atrae son las compras, ya sea de pequeños recuerdos o artículos de electrónica que jamás podríamos comprar en casa. Personalmente no encontré en Bangkok lo que buscaba, a pesar de la enorme oferta de shoppings que son una atracción turística en sí mismos, como el MBK (un centro comercial que mezcla iphones, tecnología 3d, con pescado frito y peleas de Muay Thai), los precios no me parecieron accesibles sobre todo teniendo en cuenta los impuestos a pagar al regresar a la Argentina y la posibilidad de ser engañado y que tu nuevo dispositivo de última generación no funcione.
Una última recomendación acerca de Bangkok, ¡mucho cuidado con los engaños!. A pesar de que uno lee innumerables guías, posts y consejos nadie está exento de ser timado por un tailandés. Esto puede variar desde el precio de un taxi (siempre exigir el taxímetro y no arreglar tarifas); la compra de una artículo electrónico de imitación; un paseo interminable por las calles de la ciudad en Tuk Tuk (que puede describirse como un secuestro express que lo lleva a conocer todas las tiendas de joyas y trajes de la ciudad y que sólo se termina increpando al motorista de mala manera para que los deje bajarse). Por último y la más novedosa, y de la cual fui víctima es la “buena predisposición de la gente” con los turistas que involucra una pseudomafia de "satélites" que se hacen pasar por maestros, empresarios honestos que dan consejos a quienes ven con un mapa, este grupo está dirigido por una agencia oficial de turismo del Reino de Tailandia. ¡Si, increíble pero real! Gente coordinada entre sí, que en distintos puntos de la ciudad te iba guiando hacia la trampa final de reservar hoteles, pasajes o tours en distintos puntos del país. Lo peor de todo es que el servicio terminaría siendo excelente, pero el modo de captar clientes podría llevarte a la cárcel en cualquier país del mundo occidental. El consejo es: No cambien sus planes, aunque les aseguren de que no conseguirán lo que estaban buscando. En Tailandia con dinero y regateo, todo, absolutamente todo se consigue.

Es probable que alguien que emprenda un viaje por el Sudeste asiático pase más de una vez por la capital de Tailandia, lo cual es una muy buena oportunidad para hacer lo que nos quedó pendiente ya que esta gran metrópoli nos ofrece infinidad de posibilidades para disfrutar. El hecho de ser un lugar que genera sentimientos encontrados, muchos la odian y muchos la aman, da la pauta de que es una ciudad con impronta para marcar cualquier viaje y que sin dudas debemos visitar.


AYUTTHAYA, LA ANTIGUA CAPITAL DEL REINO DEL SIAM
Esta ciudad de Tailandia fue uno de los lugares que más me impacto al llegar, es que allí residen los restos de la antigua capital del reino del Siam la cual fue saqueada y destruida por los birmanos y que hoy es uno de los conjuntos de ruinas más grandes del sudeste asiático sacando Angkor Wat en Camboya. Las ruinas de Ayyuthaya fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 1991.
 
Ya en nuestro segundo día en el país partimos en una mini van desde el Victory Monument en Bangkok y tras una hora y media llegamos al lugar, allí negociamos con un Tuk Tuk para que durante 2 horas nos llevara a recorrer los principales templos, palacios, y ruinas del lugar. Los conductores de este tipo de transporte fuera de Bangkok son personas honestas y hacen que la mototaxi sea una manera económica, fresca y divertida para viajar. Así comenzamos a rodar por el gran parque que alberga todas las maravillas de Ayuttahaya ubicada dentro de una pequeña isla rodeada por agua, una visita ideal para hacer en el día ya que está a 85 km de Bangkok.
En su mayoría son ruinas de gran cantidad de años, por lo que el tema de la vestimenta no es un gran problema. Sin embargo es fundamental que los visitantes se comporten de manera respetuosa para no ofender a todas las personas que practican el budismo y que asisten al lugar con fines religiosos y no de paseo.
Los lugares más destacados son:
Wat Yai Chaya Mongkol: la estampa típica de Ayutthaya, arquitectura con forma de estupas o chedis y cientos de estatuas de buda vestidas con túnicas amarillas.
Wat Maha That: la escultura de la cabeza de buda entre las ramas de los árboles, una de las imágenes más famosas de Ayutthaya.
Viharn Phra Mongkol Bophit: una copia del Gran Palacio de Bangkok que alberga una enorme escultura de buda, de las más grandes de Tailandia.
Wat Lokayasutharam: una inmensa escultura de un buda reclinado al estilo Wat Pho, el buda reclinado de la ciudad de Bangkok.

Wat Ratchaburana: el monumento a la lucha por el trono del reino de Siam, levantado en el mismo lugar donde murieron sus contendientes.

Wat Phra Si Sanphet: imponentes estupas o chedis que contienen las cenizas de varios reyes de Siam.
Sin dudas, Ayyuthaya es una oportunidad única para sumergirse en la cultura y la historia de Tailandia sobre todo para aquellos que no visiten la parte norte del país. Allí uno puede apreciar la importancia y que para sus habitantes la cultura local más allá de la religión, sino basándose en el respeto y la libertad de cada persona.
Tras intensas horas de caminata y recorrido regresamos felices a Bangkok directo a la pileta ubicada en la terraza del hotel para relajarse con un atardecer espléndido sobre una de las urbes más congestionadas del mundo pero que después de todo termina teniendo un encanto especial para cada viajero que por allí transita.
Esta fue la primera parte de una gran aventura que recién comienza. Hacé click aquí para ver las segunda parte de Tailandia, el país de la sonrisa, una nueva entrega con todo lo vivido en el norte del país: Chiang Mai, Chiang Rai y el Mae Ho Song,