Llegamos a la última y esperada parte de este relato de
viajes. Tras arduas semanas de recorrer, viajar y experimentar, nos dirigimos a
las playas del sur de Tailandia que decían ser unas de las más increíbles del
planeta.
Luego de nuestro paso por el país vecino de Laos durante
algunos días y una buena despedida nocturna en su capital Vientianne regresemos
al país de la sonrisa con todas las expectativas de relajarnos en sus cristalinas
aguas. Sin embargo, faltaba un largo trayecto ya que debíamos arribar al
Aeropuerto Internacional Suvarnabhumi hacer migraciones y de alguna manera en 3
horas trasladarnos hasta el otro aeropuerto de Bangkok, Don Muang. La buena
noticia es que Tailandia está tan preparada para recibir viajeros de todo el
mundo que con sólo mostrar tu Boarding Pass el estado te provee de un transfer
gratuito en bus.
PHUKET, PARADA
“OBLIGADA”
Tras un largo y cansador día de viaje arribamos a Phuket,
una enorme isla al sur del país que se convierte en
una parada obligada antes
de viajar a las paradisiacas Islas de Ko Phi Phi. A Phuket arribábamos con un
voucher de hotel y Ferry, producto de haber sido secuestrados por una agencia
de turismo durante los primeros días del viaje, pero que hasta el momento
habían cumplido con todas sus promesas. Nos alojamos una noche en el hotel AtHome 2 para partir hacia el muelle al día siguiente con destino a Phi Phi.
Al descender del avión uno ya percibe una gran diferencia
con el resto de Tailandia y sobre todo con el norte del país. En primer lugar,
existe una diferencia cultural importante y es que uno puede ver que muchos de
los habitantes en esta zona son descendientes de hindúes o malayos, y además el
Budismo deja de ser protagonista absoluto del paisaje para ceder espacio al
Islam y al Hinduismo. Uno empieza a ver mujeres con sus cabezas cubiertas, tuk
tuks y taxistas menos amistosos y más demandantes -si se puede decir así- y
hasta eventualmente escuchar el llamado de alguna mezquita local por alto
parlante. En segundo lugar, Phuket está invadido por turistas, en su mayoría
proveniente de las frías tierras de Rusia que llegan a este paraíso asiático
con muchos dólares y mucha prepotencia, pudiendo obtener absolutamente lo que
deseen a cambio de dinero desde alquilar una motocicleta Ducati, disparar un ametralladora
AK-47, sacarse fotos con un mono y cosas que, por buen gusto, evitaré enumerar.
Phuket es tal vez mucho peor que Bangkok -lo cual es
bastante grave- en materia de prostitución, descontrol y oferta desmedida de
drogas y otros entretenimientos prohibidos. El máximo exponente de lo que
describo es el famoso Bangla Rd, una extensa y ancha calle repleta de bares sin
puertas con mesas que dan al exterior. La particularidad es que sobre las mesas
bailan mujeres semidesnudas, que piden dinero a cambio de sexo y que acosan a
cualquiera que transite con bermudas y look no oriental. Al mismo tiempo juegan
inocentes juegos, como el del martillo y el clavo, con señores barrigones muy
jocosos. Otra particularidad de Phuket es la innumerable e indistinguible
cantidad de ladyboys (transexuales) que caminan por sus calles, mucho cuidado
para aquellos que tomen un poco de más ya que es muy fácil confundirse en la
noche. Las tiendas de masajes son otro clásico del lugar, de día parecen
pequeños centros de estética pero de noche las masajitas comienzan a
presentarse de otra manera y ofrecen a los gritos “masajes con final feliz”.
Sacando el entretenimiento nocturno Phuket cuenta con
hermosas playas para disfrutar durante el día. Tal vez la más popular sea
Patong Beach, pero su cercanía a Bangla Rd. la convierte en un lugar excesivamente
poblado y sucio. Sin embargo, existen otras alternativas como Karon Beach, a la
que se accede tomando una moto taxi que, con regateo incluído, te llevará por
algo así como 100 bahts.
Los precios en Phuket son extremadamente altos, nada es
accesible por lo que el lugar invita a huir lo antes posible para quienes
viajamos con un presupuesto apretado. Lamentablemente, mi compañero de viaje
había sufrido un accidente importante en un falange de su mano derecha es su
paso por Laos, esta situación nos obligó a pasar más de una día en este lugar y
conocer dos hospitales pero a esta anécdota la dejaré para cuando escriba el
relato de viajes sobre Laos.
KO PHI PHI, “LA
PLAYA”
Las islas de Ko Phi Phi, la grande Ko Phi Phi Don (Ver mapa) y la
pequeña Ko Phi Phi Lee, son conocidas en todo el mundo como un paraíso
terrenal. Al punto que el Director de cine Danny Boyle decidió homenajear a
este lugar en la película la playa que tiene a Leonardo Di Caprio como
protagonista, el film trata de un joven viajero que encuentra el lugar perfecto
en el mundo en lo que hoy se conoce como Maya Bay adonde convive con un grupo
de jóvenes de todo el planeta en una comunidad única en su tipo.
Al margen de la película, Phi Phi es realmente un paraíso. Cabe
aclarar que repleto de turistas, en su gran mayoría australianos y
escandinavos, algo que ya se podía percibir al momento de abordar el Ferry en
Phuket ya que no había muchos Thais rumbo a las islas. La atmósfera de las
islas del sur de Tailandia es de fiesta y con un target de entre 19 y 25 años,
con salidas nocturnas similares al Spring Break americano. Para serles sincero
tras viajar tantos días y de manera tan frenética tal vez no sea el lugar ideal
para descansar, existen opciones más acordes para quienes busquen paz como la
isla de Ko Lanta, de menos renombre pero aparentemente igual de fantástica a
nivel geográfico.
Sin embargo Phi Phi no llega a convertirse en el gran
descontrol que es la otra costa opuesta al Mar de Andaman, con las islas de Ko
Samui y la célebre Ko Phangan, anfitriona de la Full Moon Party tal vez una de
las juergas más grandes que existan en una playa.
Ko Phi Phi combina la tranquilidad durante el día y la
locura durante la noche, por suerte como los jóvenes europeos cometen excesos
en demasía uno no encuentra playas repletas de personas durante el día. Yo les
recomiendo Long Beach, a 40 minutos aproximadamente del centro del pueblo y que
tal vez sea el lugar más tranquilo para relajarse y disfrutar de un excelente
día de playa.
Por las noches se comienza por caminar por sus estrechas
calles, salir a comer algo en los distintos restaurantes o puestos de comida
callejera, tomar alguna cerveza y pasar por el Slinky Bar por las noches para
disfrutar de una fiesta adonde podés saltar una soga con fuego o atravesar aros
en plena en la plena combustión al ritmo de una música electrónica a todo
volumen. En la playa es muy común disfrutar de esta fiesta acompañándolo de
Buckets (pequeños baldes de juegos de arena para niños, pero repletos con
vodka, ron, red bull y gaseosa) o inclusive hasta el “Gas de la risa”, en un
pequeño puesto que vende globos rellenos de helio para el entretenimiento de
los turistas. Como les describía más arriba, el entretenimiento se engloba
dentro del estereotipo anglosajón con mucha bebida y juegos que pueden hacer
que uno termine en el hospital por distintas causas.
La vida en Phi Phi se vive sin preocupaciones. La actividad
comienza muy temprano por las mañanas y termina tarde por las noches, desde
mercados de comidas hasta locales de tatuajes al estilo Thai, con caña de
bamboo se encuentran abiertos para satisfacer las necesidades de los clientes. Tal
vez una de las pocas actividades que requieran de cierta planificación sean los
tours que salen desde la Isla principal.
Nosotros optamos por una de las más simples, visitar Phi Phi
Lee, Maya Bay y Monkey Beach. Desde el muelle principal partimos en un Longtail
Boat -el típico barco Thai, de madera y con flores, que es la embarcación
básica que utilizan los pescadores de la zona- con otro grupos de personas. En
un día de un mar bastante movido cruzamos hacia el otro extremo para pasar por
las cuevas de los piratas de Andaman, cuya principal actividad consiste en
recolectar nidos de golondrina. Este producto es muy cotizado en el mercado
asiático de manera que los piratas llegan a defender el botín a punta de
pistola. Continuamos nuestro recorrido para parar en un arrecife de coral, de
allí saltar al agua y disfrutar de las maravillas de un mar cristalino y lleno
de riquezas.
Finalmente llegamos a Maya Bay, ingresando por el otro extremo
no por la misma playa. Esto implicó saltar al agua en medio de corales que hacían
difícil llegar hasta una escalera que permitía subir un pequeño acantilado.
Tras este pequeño escollo caminamos por el ingreso al parque nacional, desde
allí caminamos pocos metros por un sendero repleto de vegetación y, por el mismo lugar que accediera Di Caprio en
la película, salimos a la tan esperada playa. Geográficamente impactante, Maya
Bay es tal vez uno de los lugares más mágicos de la tierra. Turísticamente
abusada, no hay casi espacio para relajarse ya que está repleta de embarcaciones
ancladas en sus playas con guías gritando los nombres de la agencia terminan de
tirar la ilusión por el piso.
Abandonamos la isla y volvimos a cruzar hacia la isla mayor
adonde nos esperaba Monkey Beach. Esta pequeña playa se encuentra repleta de
monos, como el resto de la isla pero aquí están de manera permanente esperando
que los visitantes les lleven frutas para disfrutar. Los pequeños son bastante agresivos, así que recomiendo no acercarse mucho para tomarse fotografías y
mucho menos osar agarrarlos.
Un dato importante que no mencione es que tanto Phuket como
Ko Phi Phi fueron azotadas por el Tsunami de 2004 con más de 220.000 víctimas
en toda la región. De manera que es muy común observar que Tailandia, a
diferencia de aquel momento, cuenta con un plan de escape ante una alerta de
Tsunami con rutas delimitadas y procedimientos a seguir.
Tras disfrutar del relax y sin pensar tanto en que hacer al
día siguiente disfrutamos de nuestros últimos días en el continente asiático,
un lugar de la tierra fascinante y que sin dudas me gustaría volver a visitar
para conocer países como Vietnam, Malasia, Signapur, Indonesia y tal vez China,
por qué no.
Regresamos rumbo a Bangkok para aclimatarnos previo a
nuestro regreso de más de 30 hs. en avión y allí pudimos recapitular todo lo
que habíamos vivido. Conocimos una nueva cultura, totalmente diferente a lo que
los occidentales transitamos y luego de 24 días comenzamos a comprender la
razón por la cual los asiáticos encaran sus vidas de una manera muy diferente y
tal vez más razonable que nosotros; encontramos sociedades que nos recibieron
con los brazos abiertos, que siempre se mostraron amables y felices de que visitáramos
sus tierras; tuvimos que superar obstáculos importantes con situaciones
extremas en un país en el que “nadie te entiende” y menos siendo un argentino; pudimos
observar y fotografiar paisajes y momentos únicos e irrepetibles que quedarán
en nuestras mentes para siempre.
Encontrá el relato completo del viaje haciendo click aquí para ver la primera parte de Tailandia, el país de la sonrisa.
Encontrá el relato completo del viaje haciendo click aquí para ver la primera parte de Tailandia, el país de la sonrisa.
Creo que este es el post de viajes más largo que me ha
tocado escribir hasta la fecha, tal vez acorde al viaje más importante de mi
vida como mochilero y mi reflexión es que viajar nunca dejará de ser una meta
para mí. Los viajes te enriquecen como persona, te enseñan y te permiten
pararte de manera diferente ante la vida sea cual sea el lugar adonde residas. ¿Giramundo
se nace? Yo creo que no, que por el contrario se hace y la clave está en
animarse a salir de nuestras pequeñas burbujas cotidianas para descubrir que
existen otras realidades y otras historias más allá de la rutina. ¡Hasta la próxima!.